Salmo 69(68),3.14.30-31.33-34
"El Clamor del Afligido y la Alabanza que Agrada a Dios"
“3 Estoy afónico de tanto gritar, me arde la garganta; mis ojos se consumen, esperando a mi Dios... 14 En cuanto a mí, elevo mi plegaria hacia ti, Señor, en el momento favorable: respóndeme, Dios mío, por tu gran amor; por tu inmensa compasión, vuélvete hacia mí... 30 Yo, en cambio, soy un pobre y doliente: ¡que tu ayuda, oh Dios, me ponga a salvo! 31 Alabaré el nombre de Dios con un canto y proclamaré su grandeza con acciones de gracias. 33 que los humildes lo vean y se alegren, que se reanime el corazón de los que buscan a Dios. 34 Porque el Señor escucha a los pobres y no desprecia a sus cautivos.”
Contexto
El Salmo 69 es un lamento individual muy intenso. El salmista se encuentra en una situación de sufrimiento extremo, sintiéndose hundido en el "fango profundo" y perseguido por sus enemigos a causa de su celo por Dios. Los versículos seleccionados capturan la esencia de su oración: comienza con una descripción vívida de su agotamiento físico y espiritual al clamar a Dios, luego eleva una súplica confiada en el amor y la compasión de Dios, decide alabar a Dios a pesar de su condición de "pobre y doliente", y finalmente expresa la esperanza de que su experiencia anime a otros humildes y reafirme la verdad de que Dios escucha a los necesitados.
Tema Central
El tema central es el viaje del alma desde la profundidad de la aflicción hasta la decisión de alabar, encontrando en el sufrimiento una oportunidad para ofrecer a Dios una alabanza que le es más agradable que los sacrificios. El clamor del "pobre y doliente" no solo busca la salvación personal, sino que se convierte en una fuente de esperanza y alegría para toda la comunidad de los humildes, basándose en la certeza de que el Señor escucha a los pobres.
Aplicación a nuestra actualidad
Este salmo nos ofrece un modelo profundo para orar en nuestros propios momentos de sufrimiento y nos enseña sobre el valor redentor de la alabanza en la prueba:
La Realidad del Sufrimiento en la Oración: "Estoy afónico de tanto gritar... mis ojos se consumen, esperando a mi Dios". El salmista no oculta su agotamiento ni su dolor. La oración auténtica no siempre es serena; a veces es un grito, una espera agotadora. Es legítimo y humano presentar a Dios nuestro cansancio y nuestra impaciencia.
Confiar en el Amor y la Compasión de Dios: A pesar de su estado, el salmista no se dirige a Dios con acusaciones, sino que apela a su carácter: "por tu gran amor... por tu inmensa compasión...". En medio del dolor, la fe consiste en aferrarse a lo que sabemos que es verdad sobre Dios: que Él es amor y compasión, incluso si no lo sentimos en ese momento.
La Alabanza del "Pobre y Doliente": "Yo... soy un pobre y doliente... ¡Alabaré el nombre de Dios con un canto...". Esta es una decisión radical. El salmista elige alabar no después de ser liberado, sino desde su condición de sufrimiento. Este acto de fe y de voluntad transforma el lamento en una ofrenda. Nos enseña que la alabanza en la prueba tiene un valor inmenso y es un poderoso acto de confianza.
El Testimonio que Anima a Otros: "Que los humildes lo vean y se alegren, que se reanime el corazón de los que buscan a Dios". El salmista es consciente de que su experiencia y su testimonio de fe en la prueba pueden ser una fuente de esperanza para otros que están pasando por situaciones similares. Nuestro sufrimiento, vivido con fe, puede convertirse en un don para la comunidad.
La Certeza Fundamental: Dios Escucha a los Pobres: "Porque el Señor escucha a los pobres y no desprecia a sus cautivos". Esta es la verdad que sostiene toda la oración. Dios no es indiferente al sufrimiento de los humildes y de los que están cautivos (por la enfermedad, la opresión, el pecado). Su oído está siempre inclinado hacia ellos. Esta certeza debe alimentar nuestra perseverancia en la oración.
Este salmo es una guía para no desperdiciar nuestro sufrimiento. Nos invita a llevar nuestro dolor a la oración, a aferrarnos al amor de Dios, a tomar la decisión valiente de alabarlo en medio de la prueba, y a confiar en que nuestra fidelidad puede ser una fuente de esperanza para otros, porque tenemos un Dios que siempre escucha el clamor de los pobres.
Preguntas para la reflexión
¿Me permito ser honesto/a con Dios en mi oración, expresándole mi cansancio y mi dolor como lo hace el salmista?
En mis momentos más difíciles, ¿soy capaz de apelar al "gran amor" y la "inmensa compasión" de Dios, incluso si mis sentimientos me dicen lo contrario?
¿He intentado alguna vez, en medio de una situación de sufrimiento, hacer el acto de fe de "alabar a Dios con un canto", y qué efecto tuvo en mi espíritu?
¿Soy consciente de que mi forma de vivir las pruebas con fe puede ser un testimonio que "reanime el corazón" de otros que también buscan a Dios?
¿Cómo me fortalece y me anima a orar la certeza de que "el Señor escucha a los pobres y no desprecia a sus cautivos"?
Oración
Señor, que escuchas el clamor de los pobres y dolientes, atiende a mi plegaria. Cuando esté afónico de tanto gritar y mis ojos se consuman esperándote, vuélvete hacia mí por tu gran amor y tu inmensa compasión. Que, incluso en mi pobreza y mi dolor, pueda yo elegir alabarte con un canto, sabiendo que esto te agrada. Que mi testimonio de confianza reanime el corazón de otros que te buscan, porque Tú, Señor, nunca desprecias a tus cautivos. Amén.