Los textos que meditamos hoy nos hablan del amor incondicional y eterno de Dios por su pueblo, un amor que se manifiesta en el ofrecimiento constante de salvación y en el poder y la autoridad que Jesús recibe del Padre para juzgar y dar vida.
El profeta Isaías nos transmite una promesa de Dios llena de consuelo y esperanza: "En el tiempo favorable te respondí, en el día de la salvación te auxilié". Dios está siempre dispuesto a escuchar y a ayudar, especialmente en los momentos de dificultad. Su amor es tan profundo que se compara con el de una madre por su hijo: "¿Acaso una mujer olvida a su niño de pecho, hasta dejar de compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque ella lo olvidara, yo no te olvidaré". Esta imagen poderosa nos asegura que el amor de Dios es más fuerte que cualquier olvido o abandono humano. En nuestra vida, ¿confiamos en esta promesa de que Dios está siempre presente para auxiliarnos? ¿Recurrimos a Él en nuestros momentos de necesidad con la certeza de que nos escucha y nos ama incondicionalmente?
El salmo 144 es una alabanza a la bondad y la misericordia de Dios. Se nos dice que "el Señor es bondadoso y compasivo, lento para la ira y rico en amor". Su reino es eterno y su poder se extiende a todas sus criaturas. Dios sostiene a los que caen y levanta a los oprimidos. Este salmo nos invita a reconocer la justicia y la santidad de Dios en todas sus acciones y a confiar en su providencia. En nuestro día a día, ¿somos conscientes de la bondad y la compasión de Dios en nuestra vida y en el mundo que nos rodea? ¿Buscamos reflejar esa misma bondad y compasión en nuestras relaciones con los demás?
En el Evangelio de Juan, Jesús profundiza en su relación única con el Padre. Él afirma que el Padre sigue actuando y que Él también actúa. Esta afirmación genera una fuerte oposición por parte de las autoridades religiosas, quienes lo acusan de blasfemia por igualarse a Dios. Jesús continúa explicando que el Padre le ha entregado todo juicio y que quien no honra al Hijo no honra al Padre que lo envió. Pero también habla de su poder para dar vida: "En verdad, en verdad les digo: llega la hora, y ya está aquí, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oigan vivirán". Jesús se presenta como el dador de vida, aquel que tiene autoridad para juzgar y para resucitar a los muertos. Este pasaje nos invita a reflexionar sobre quién es Jesús para nosotros. ¿Reconocemos su autoridad divina y su poder para transformar nuestras vidas, incluso la muerte? ¿Estamos dispuestos a escuchar su voz y a seguir su camino?
Estos tres textos nos ofrecen una profunda reflexión sobre el amor inquebrantable de Dios, su constante disposición a salvarnos y el poder y la autoridad de Jesús como enviado del Padre. Nos invitan a confiar plenamente en este amor y a reconocer en Jesús la fuente de vida y el juez justo.
Para seguir profundizando en este mensaje, te propongo las siguientes preguntas:
¿En qué momentos de mi vida he experimentado de manera especial la cercanía y el auxilio de Dios? ¿Cómo ha fortalecido esto mi confianza en su amor?
¿Qué significa para mí que Dios sea "bondadoso y compasivo"? ¿Cómo puedo cultivar estas mismas actitudes en mi trato con los demás?
¿De qué manera escucho y respondo a la voz de Jesús en mi vida cotidiana? ¿Soy consciente de su poder para dar vida y para juzgar mis acciones?
¿Qué implicaciones tiene para mi vida reconocer a Jesús como el Hijo de Dios que tiene autoridad sobre la vida y la muerte? ¿Cómo influye esta creencia en mis decisiones y en mis prioridades?