"La Decisión de Matar a Jesús y una Profecía Inesperada"
45 Al ver lo que hizo Jesús, muchos de los judíos que habían ido a casa de María creyeron en él. 46 Algunos de ellos, sin embargo, fueron a ver a los fariseos y les contaron lo que Jesús había hecho. 47 Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron un Consejo y dijeron: «¿Qué hacemos? Porque este hombre realiza muchos signos. 48 Si lo dejamos seguir así, todos creerán en él, y los romanos vendrán y destruirán nuestro Lugar santo y nuestra nación». 49 Uno de ellos, llamado Caifás, que era Sumo Sacerdote ese año, les dijo: «Ustedes no comprenden nada. 50 ¿No les parece preferible que un solo hombre muera por el pueblo y no que perezca la nación entera?». 51 No dijo eso por sí mismo, sino que, como era Sumo Sacerdote ese año, profetizó que Jesús iba a morir por la nación, 52 y no solamente por la nación, sino también para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos. 53 A partir de ese día, resolvieron que debían matar a Jesús. 54 Por eso Jesús ya no circulaba públicamente entre los judíos, sino que se retiró a una región vecina al desierto, a una ciudad llamada Efraím, y allí permaneció con sus discípulos. 55 Como se acercaba la Pascua de los judíos, mucha gente de la región había subido a Jerusalén para purificarse. 56 Buscaban a Jesús y se decían unos a otros en el Templo: «¿Qué les parece, vendrá a la fiesta o no?».
Contexto
Este pasaje sigue inmediatamente al milagro más impactante de Jesús: la resurrección de Lázaro. Este signo poderoso provoca dos reacciones opuestas: muchos creen en Jesús, pero otros van a informar a las autoridades religiosas (fariseos y sumos sacerdotes). Estos líderes, reunidos en el Sanedrín (el consejo supremo judío), se alarman no tanto por el milagro en sí, sino por sus posibles consecuencias políticas. Temen que la creciente popularidad de Jesús provoque una intervención romana que les quite el poder y destruya su nación y el Templo ("nuestro Lugar santo"). En este clima de miedo y cálculo político, el Sumo Sacerdote Caifás propone una solución drástica. Estamos muy cerca de la última Pascua de Jesús, y la tensión en Jerusalén es máxima.
Tema Central
El tema central es la decisión oficial de las autoridades judías de matar a Jesús, motivada por el miedo político y el deseo de autopreservación, y cómo, irónicamente, esta decisión humana encaja en el plan divino de salvación. Caifás, pensando solo en términos políticos ("que un solo hombre muera por el pueblo"), pronuncia sin saberlo una profecía sobre el sentido redentor de la muerte de Jesús: morirá no solo por la nación judía, sino para reunir a todos los hijos de Dios dispersos. El pasaje contrasta la incredulidad y la hostilidad humana con la soberanía de Dios, que utiliza incluso las intenciones malvadas para cumplir su propósito salvador.
Aplicación a nuestra actualidad
Este texto nos invita a reflexionar sobre nuestras propias reacciones ante las manifestaciones de Dios o ante aquello que desafía nuestro control o seguridad. A veces, como las autoridades judías, podemos reaccionar con miedo en lugar de fe. El miedo a perder nuestro "lugar" (nuestra posición, comodidad, seguridad, ideas preconcebidas) puede llevarnos a tomar decisiones equivocadas o a rechazar la verdad. ¿Cuántas veces preferimos sacrificar algo bueno o verdadero por miedo a las consecuencias o por mantener nuestro status quo?
Caifás usa un razonamiento aparentemente pragmático ("es preferible que uno muera...") que en el fondo es profundamente injusto y egoísta. Nos alerta sobre la tentación de justificar acciones incorrectas en nombre de un supuesto "bien mayor" que en realidad encubre nuestros propios intereses o temores. Necesitamos discernir nuestras motivaciones profundas.
Por otro lado, la profecía involuntaria de Caifás nos recuerda que Dios tiene un plan que va más allá de nuestras intenciones y que puede sacar bien incluso del mal. Esto nos llena de esperanza: aunque veamos injusticia, oposición o confusión en el mundo o en nuestra vida, podemos confiar en que Dios sigue obrando para reunir a sus hijos y llevar a cabo su propósito de salvación.
Finalmente, la prudencia de Jesús al retirarse nos enseña que hay momentos para la confrontación y momentos para la discreción y el recogimiento, buscando la voluntad del Padre lejos del ruido y la hostilidad.
Preguntas para la reflexión
Ante una situación que me desafía o me saca de mi zona de confort (quizás una llamada a un cambio, un acto de fe más grande), ¿mi primera reacción suele ser de fe y apertura, o de miedo y cálculo como el Sanedrín?
¿Qué "lugares" (seguridades, ideas, posiciones) tengo miedo de perder si sigo más radicalmente a Jesús o la verdad que Él me muestra?
¿He justificado alguna vez una decisión pensando que era por un "bien mayor", cuando en realidad estaba influenciada por el miedo o el egoísmo? ¿Cómo puedo discernir mejor mis motivaciones?
¿Cómo me ayuda a vivir con más confianza y esperanza saber que Dios puede usar incluso situaciones negativas o intenciones humanas torcidas para cumplir su plan de amor?
¿Qué significa para mí hoy que Jesús murió "para reunir en uno a los hijos de Dios dispersos"? ¿Cómo puedo colaborar en esa misión de unidad?
¿Reconozco en mi vida momentos en los que, como Jesús, necesito retirarme para orar, discernir y evitar confrontaciones innecesarias antes de actuar?
Oración
Señor Jesús, Tú que enfrentaste el miedo y la hostilidad de quienes decidieron acabar contigo, dame la gracia de reaccionar siempre con fe ante tus signos y llamadas. Líbrame del miedo que paraliza y que me lleva a tomar decisiones egoístas. Ayúdame a discernir mis verdaderas motivaciones y a confiar en el plan del Padre, que sabe sacar bien incluso del mal. Que tu Espíritu me guíe para saber cuándo hablar y cuándo retirarme en oración, y hazme instrumento de unidad para reunir a tus hijos dispersos. Amén.