Mateo 11,20-24
"¡Ay de ti, Corozaín! El Juicio sobre la Indiferencia ante los Milagros"
“20 Entonces Jesús comenzó a recriminar a las ciudades donde había realizado la mayor parte de sus milagros, porque no se habían convertido. 21 «¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si los milagros realizados entre ustedes se hubieran hecho en Tiro y en Sidón, hace tiempo que se habrían convertido, poniéndose cilicio y cubriéndose con ceniza. 22 Yo les aseguro que, en el día del Juicio, Tiro y Sidón serán tratadas menos rigurosamente que ustedes. 23 Y tú, Cafarnaún, ¿acaso crees que serás elevada hasta el cielo? No, serás precipitada hasta el infierno. Porque si los milagros realizados en ti se hubieran hecho en Sodoma, esa ciudad existiría hasta el día de hoy. 24 Yo les aseguro que, en el día del Juicio, la tierra de Sodoma será tratada menos rigurosamente que tú».”
Contexto
Este pasaje del Evangelio de Mateo se encuentra después de que Jesús ha alabado a su Padre por revelarse a los sencillos y ha ofrecido su yugo suave y su carga ligera a los cansados. Sin embargo, el tono cambia drásticamente. Jesús ahora se dirige con una dura recriminación a las ciudades de Galilea (Corozaín, Betsaida, Cafarnaún) que habían sido el centro de su ministerio. A pesar de haber presenciado sus enseñanzas y la "mayor parte de sus milagros", estas ciudades no respondieron con la conversión.
Tema Central
El tema central es el juicio severo de Jesús sobre la indiferencia y la falta de conversión de las ciudades que habían recibido los mayores signos de su poder y su presencia. Jesús contrasta su incredulidad con la hipotética respuesta penitente de ciudades paganas notoriamente pecadoras (Tiro, Sidón, Sodoma). La enseñanza clave es que a quien más se le ha dado (en este caso, la oportunidad de ver y escuchar a Jesús directamente), más se le exigirá. La indiferencia ante la gracia es un pecado más grave que la ignorancia.
Aplicación a nuestra actualidad
Las duras palabras de Jesús a las ciudades de Galilea son una advertencia solemne para nosotros, que también hemos recibido inmensos dones de la fe:
El Peligro de la Indiferencia y la Familiaridad: Corozaín, Betsaida y Cafarnaún tuvieron el privilegio inmenso de ver y oír a Jesús en persona. Vieron sus milagros, escucharon sus palabras. Pero esta familiaridad, en lugar de llevarlos a la conversión, parece haberlos llevado a la indiferencia. Se acostumbraron al milagro. Esto nos interpela directamente: nosotros, que tenemos la Biblia, los sacramentos, dos mil años de tradición de la Iglesia, la presencia de Cristo en la Eucaristía... ¿nos hemos acostumbrado a la gracia? ¿Damos por sentados los dones de Dios? La familiaridad sin conversión puede llevar a la ceguera espiritual.
La Gracia Implica Responsabilidad: "A quien mucho se le da, mucho se le exigirá" (Lucas 12,48). El juicio sobre estas ciudades es más severo que sobre Tiro, Sidón o Sodoma (ciudades símbolo del paganismo y del pecado) porque ellas recibieron una revelación mucho mayor. Nosotros, como cristianos, hemos recibido la plenitud de la revelación en Cristo. Esto conlleva una gran responsabilidad. No podemos vivir como si no hubiéramos recibido nada.
La Conversión como Respuesta a la Gracia: El pecado que Jesús recrimina no es tanto un acto inmoral concreto, sino la falta de "conversión" (metanoia), es decir, la falta de un cambio de mentalidad, de un volver el corazón a Dios en respuesta a su presencia y a sus obras. La fe no es solo admirar los milagros, sino permitir que la acción de Dios transforme nuestra vida.
La Hipotética Respuesta de los Paganos: Jesús afirma que ciudades paganas se habrían convertido con muchos menos signos. Esto subraya la dureza de corazón de quienes lo escuchaban y, al mismo tiempo, abre la puerta a la idea de que la gracia de Dios es ofrecida a todos y que a veces puede encontrar una acogida más sincera en aquellos que consideramos "lejanos" o "pecadores".
Este pasaje es un llamado a un profundo examen de conciencia. Nos invita a no dar por sentada la gracia que hemos recibido. Nos llama a despertar de nuestra posible indiferencia o tibieza espiritual y a responder con una conversión sincera y constante a la presencia y a la acción de Dios en nuestra vida, en la Iglesia y en el mundo. Es una advertencia contra la presunción de creer que por ser "de casa" ya tenemos la salvación asegurada sin una respuesta personal y comprometida.
Preguntas para la reflexión
¿De qué manera puedo yo estar siendo como los habitantes de Cafarnaún, acostumbrado/a a los "milagros" de la gracia (la Eucaristía, la Palabra, el perdón) sin que esto me lleve a una conversión más profunda?
¿Soy consciente de la gran responsabilidad que conlleva el haber recibido el don de la fe cristiana? ¿Mi vida refleja esta conciencia?
¿Qué signos de la acción de Dios he presenciado recientemente en mi vida o en mi comunidad? ¿Han provocado en mí una respuesta de conversión o simplemente de admiración pasajera?
¿Cómo puedo yo hoy "ponerme cilicio y cubrirme con ceniza" de manera simbólica, es decir, adoptar una actitud de arrepentimiento y de cambio de vida en respuesta a la llamada de Dios?
¿Me sorprende o me desafía la idea de que aquellos que parecen más "lejanos" a la fe puedan tener a veces un corazón más abierto a la conversión que yo mismo/a?
Oración
Señor Jesús, que recriminaste a las ciudades que no se convirtieron a pesar de haber visto tus milagros, líbranos de la ceguera de la indiferencia y de la dureza de corazón. Que nunca demos por sentada la inmensa gracia de conocerte y de tenerte presente en tu Iglesia. Despierta en nosotros un espíritu de conversión constante, para que respondamos a tus dones con una fe viva, un corazón arrepentido y una vida transformada. Amén.