Los textos de hoy nos hablan de la necesidad de reconocer nuestra fragilidad y pecado para experimentar la sanación y la salvación que Dios ofrece, y nos invitan a profundizar en la identidad de Jesús y en la importancia de creer en Él para tener vida verdadera.
En el libro de Números, vemos al pueblo de Israel impacientarse y murmurar contra Dios y contra Moisés en medio de su travesía por el desierto. Como consecuencia de su queja, el Señor envía serpientes venenosas que muerden a la gente, causando muchas muertes. Ante el arrepentimiento del pueblo, Dios indica a Moisés que haga una serpiente de bronce y la coloque sobre un poste; todo el que la mire, después de haber sido mordido, sanará. Este relato nos muestra cómo nuestro pecado y nuestra falta de fe pueden traer consecuencias dolorosas. Sin embargo, también nos revela la misericordia de Dios, que provee un medio de sanación a través de un símbolo que anticipa la obra redentora de Cristo en la cruz. En nuestra vida, ¿reconocemos las veces en que nuestras quejas y nuestra falta de confianza nos alejan de Dios y nos causan sufrimiento? ¿Estamos dispuestos a mirar hacia la "serpiente levantada", hacia Cristo crucificado, como fuente de sanación y perdón?
El salmo 101 es una plegaria de un afligido que clama al Señor en su angustia. Reconoce su debilidad y su sufrimiento, pero también expresa su confianza en la misericordia y la fidelidad de Dios. Clama para que el Señor escuche su oración y no le esconda su rostro. Al mismo tiempo, proclama la gloria del Señor y su promesa de restaurar a Sión, reuniendo a las naciones para que alaben su nombre. Este salmo nos invita a llevar nuestras propias aflicciones ante Dios con humildad y confianza, sabiendo que Él escucha el clamor de los que sufren y que su plan final es de redención y unidad para toda la humanidad. En nuestros momentos de dolor y necesidad, ¿acudimos a Dios con la certeza de que Él se inclina para escuchar nuestra oración? ¿Mantenemos viva la esperanza en su promesa de restauración?
En el Evangelio de Juan, Jesús continúa su diálogo con los fariseos, quienes no entienden sus palabras ni su origen divino. Él les anuncia que se irá y que ellos lo buscarán, pero morirán en su pecado porque no pueden ir adonde Él va. Ante su pregunta sobre si piensa suicidarse, Jesús aclara que ellos son de abajo, mientras que Él es de arriba; ellos son de este mundo, mientras que Él no es de este mundo. Les reitera que morirán en sus pecados si no creen que "Yo Soy", revelando así su identidad divina. Muchos creyeron en él al escuchar estas palabras. Este pasaje nos confronta con la necesidad de reconocer la verdadera identidad de Jesús. ¿Creemos que Él es el enviado del Padre, el "Yo Soy" que tiene poder para perdonar nuestros pecados y darnos vida eterna? Nuestra respuesta a esta pregunta tiene consecuencias decisivas para nuestro destino.
Estos tres textos, al unirse, nos hablan de la realidad del pecado y sus consecuencias, pero también de la inmensa misericordia de Dios que siempre ofrece un camino de sanación y salvación. Nos invitan a reconocer nuestra necesidad de Dios y a dirigir nuestra mirada con fe hacia Jesús, el Hijo de Dios, para encontrar perdón y vida.
Para seguir profundizando en este mensaje, te propongo las siguientes preguntas:
¿Cuáles son las "serpientes" que me muerden hoy, es decir, aquellas situaciones o actitudes que me causan sufrimiento y me alejan de Dios? ¿Estoy dispuesto a reconocer mi parte de responsabilidad en ellas?
¿Cómo vivo mi relación con Dios en los momentos de dificultad y aflicción? ¿Siento que Él escucha mi clamor? ¿Qué me ayuda a mantener la esperanza en medio del sufrimiento?
¿Qué significa para mí la afirmación de Jesús "Yo Soy"? ¿Cómo influye esta verdad en mi fe y en mi vida cotidiana? ¿Creo verdaderamente que Él es el camino, la verdad y la vida?
¿Hay áreas de mi vida donde todavía me resisto a creer plenamente en Jesús y en su poder salvador? ¿Qué pasos puedo dar para profundizar mi fe en Él?