"Dispersión y Evangelización: La Iglesia se Extiende"
«1b» Aquel día se desató una gran persecución contra la Iglesia de Jerusalén. Todos, excepto los Apóstoles, se dispersaron por las regiones de Judea y Samaría. «2» Unos hombres piadosos enterraron a Esteban e hicieron un gran duelo por él. «3» Saulo, por su parte, perseguía a la Iglesia; iba de casa en casa y arrastraba a hombres y mujeres, llevándolos a la cárcel. «4» Los que se habían dispersado iban por todas partes anunciando la Palabra. «5» Felipe descendió a una ciudad de Samaría y allí predicó a Cristo. «6» La multitud escuchaba con atención lo que decía Felipe, porque habían oído hablar de los signos que hacía y los veían. «7» De muchos poseídos salían los espíritus impuros, dando grandes gritos; también fueron curados muchos paralíticos y lisiados. «8» Por eso, una gran alegría llenó aquella ciudad.»
Contexto
Este pasaje sigue inmediatamente al martirio de Esteban (Hechos 7:51-60) y a la mención de que Saulo (el futuro apóstol Pablo) aprobaba su muerte. El martirio de Esteban marca un punto de inflexión: desencadena la primera gran persecución contra la comunidad cristiana en Jerusalén, obligando a la mayoría de los creyentes (excepto los apóstoles, quizás por su estatus especial) a huir de la ciudad. Saulo se convierte en una figura central de esta persecución.
Tema Central
El tema central es cómo la persecución, que humanamente buscaba destruir a la Iglesia, se convierte irónicamente en el instrumento providencial de Dios para cumplir el mandato de Jesús de ser testigos "en toda Judea y Samaría" (Hechos 1:8). La dispersión forzada lleva a los creyentes a anunciar el Evangelio fuera de Jerusalén, rompiendo barreras geográficas y culturales (como la llegada a Samaría, una región vista con recelo por los judíos). Se destaca la figura de Felipe (otro de los siete diáconos, como Esteban) quien, al predicar y realizar signos, lleva la Buena Noticia y una gran alegría a un nuevo territorio.
Aplicación a nuestra actualidad
Esta historia nos enseña una verdad fundamental sobre la acción de Dios: Él puede sacar bien del mal y usar incluso las circunstancias más adversas para sus propósitos. Lo que parecía una catástrofe (la persecución, la dispersión) se convirtió en una oportunidad para la expansión del Evangelio. ¿Cómo miro yo las dificultades, las crisis, los cambios inesperados en mi vida o en el mundo? ¿Solo veo el aspecto negativo o puedo, con los ojos de la fe, preguntarme qué bien podría estar queriendo sacar Dios de ahí? Nos recuerda que no necesitamos esperar las condiciones "perfectas" para anunciar la Palabra. Los creyentes dispersos hablaban de Jesús mientras huían, en medio de su dificultad. ¿Comparto yo mi fe en mi día a día, en las circunstancias en las que me encuentro, o espero a tener un "púlpito" o una situación ideal? El ejemplo de Felipe es inspirador: un "diácono" (no un apóstol) lleva el Evangelio a un lugar nuevo, superando prejuicios (Samaría). Nos muestra que todos estamos llamados a la misión, cada uno según sus dones y circunstancias. Y el resultado de la evangelización auténtica, acompañada de signos del amor de Dios (curaciones, liberación), es la alegría. ¿Mi fe me lleva a buscar activamente el bien y la alegría de los demás? ¿Qué sentimientos me provoca la idea de que Dios puede usar mis dificultades para un bien mayor?
Preguntas para la reflexión
¿Puedo identificar alguna situación difícil o dolorosa en mi vida pasada de la cual, mirando hacia atrás, puedo ver que Dios sacó algún bien inesperado? ¿Cómo me ayuda eso a confiar en el presente?
¿Qué "dispersiones" o cambios forzados estoy viviendo ahora? ¿Cómo puedo abrirme a la posibilidad de que Dios me esté llamando a anunciar su Palabra de alguna manera nueva en esta situación?
¿Qué barreras (culturales, sociales, personales) siento que Dios me invita a cruzar, como Felipe al ir a Samaría, para llevar la Buena Noticia?
¿De qué manera concreta puedo yo, con mis dones y en mi entorno, contribuir a llevar la "gran alegría" del Evangelio a otros esta semana?
Oración
Señor Jesús, que transformaste la dispersión de tus discípulos en semilla de nueva evangelización. Ayúdame a ver tu mano providente incluso en medio de las dificultades y persecuciones de la vida. Que el miedo no me paralice ni me haga callar. Dame la valentía de los primeros cristianos para anunciar tu Palabra allí donde me encuentre, superando mis prejuicios y limitaciones. Que, como Felipe, pueda llevar tu luz y tu alegría a quienes aún no te conocen plenamente. Amén.