Los textos de hoy nos muestran la tensión entre la justicia y la misericordia de Dios ante la infidelidad de su pueblo, y nos invitan a reflexionar sobre la importancia del testimonio y la acogida de la verdad que Jesús nos revela.
En el libro del Éxodo, vemos la reacción de Dios ante la grave idolatría del pueblo de Israel, que, mientras Moisés está en el monte recibiendo los mandamientos, se construye un becerro de oro para adorarlo. La ira de Dios es grande y amenaza con destruir a su pueblo. Sin embargo, Moisés intercede con valentía y humildad, apelando a la promesa que Dios había hecho a Abraham, Isaac y Jacob, y recordándole las consecuencias de abandonar a su pueblo a ojos de las naciones. La oración de intercesión de Moisés tiene un poder transformador, y Dios se arrepiente del castigo que había anunciado. Este pasaje nos enseña la importancia de la intercesión, de ponernos en el lugar de los demás y de clamar a Dios por su misericordia. También nos revela que el corazón de Dios, aunque justo, es sensible al arrepentimiento y a la súplica. En nuestra vida, ¿cómo reaccionamos ante las faltas de los demás? ¿Somos capaces de interceder por ellos y de pedir la misericordia de Dios?
El salmo 105 recuerda este mismo episodio de la idolatría del becerro de oro, señalando cómo el pueblo olvidó rápidamente las maravillas que Dios había realizado en Egipto. A pesar de esto, se destaca la figura de Moisés, el "servidor de Dios", quien se interpuso ante la ira divina para evitar la destrucción. El salmo subraya la ingratitud del pueblo y la paciencia de Dios ante su infidelidad. Esta lectura nos invita a la reflexión sobre nuestra propia memoria de las acciones de Dios en nuestra vida. ¿Recordamos con agradecimiento sus dones y su fidelidad, o tendemos a olvidar sus beneficios cuando enfrentamos dificultades?
En el Evangelio de Juan, Jesús se enfrenta a la incredulidad de los judíos, quienes no aceptan su testimonio. Él les recuerda que no está solo, sino que cuenta con el testimonio del Padre, de las obras que realiza y de las Escrituras mismas, que dan testimonio de él. Sin embargo, Jesús señala que la falta de fe de sus oyentes se debe a que buscan la gloria de los hombres en lugar de la gloria de Dios. Les advierte que Moisés, en quien ellos depositan su confianza, será quien los acuse, porque no creen en las palabras que él escribió acerca de Jesús. Este pasaje nos interpela sobre nuestra propia actitud ante la verdad que Jesús nos presenta. ¿Buscamos la aprobación de los demás o la aprobación de Dios? ¿Estamos abiertos a reconocer la verdad, incluso cuando desafía nuestras ideas preconcebidas o nuestras expectativas? ¿Creemos realmente en el testimonio que las Escrituras dan de Jesús?
Estos tres textos nos recuerdan la constante tensión entre la debilidad humana y la fidelidad de Dios. Nos muestran que, a pesar de nuestra infidelidad, Dios siempre está dispuesto a la misericordia cuando encuentra arrepentimiento e intercesión. Al mismo tiempo, nos desafían a examinar nuestra fe y a asegurarnos de que esté fundada en la búsqueda sincera de la verdad de Dios, tal como se revela en Jesús y en las Escrituras, y no en la búsqueda de la aprobación humana.
Para seguir profundizando en este mensaje, te propongo las siguientes preguntas:
¿En qué situaciones de mi vida he experimentado la necesidad de la misericordia de Dios, tanto para mí como para los demás? ¿Cómo he respondido a esa necesidad?
¿Soy consciente de las veces en que he olvidado o dado por sentado los dones de Dios en mi vida? ¿Qué puedo hacer para cultivar una mayor gratitud?
¿Qué criterios utilizo para discernir la verdad? ¿Estoy más preocupado por lo que piensen los demás o por lo que Dios me revela a través de su Palabra y de mi experiencia de fe?
¿Cómo acojo el testimonio que las Escrituras dan de Jesús? ¿Dedico tiempo a conocerlas y a reflexionar sobre su mensaje para mi vida?