"Yo y el Padre Somos Uno: La Seguridad de las Ovejas en Manos de Dios"
“22 Se celebraba entonces en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno, 23 y Jesús se paseaba por el Templo, en el pórtico de Salomón. 24 Los judíos lo rodearon y le preguntaron: «¿Hasta cuándo nos tendrás en suspenso? Si eres el Mesías, dilo abiertamente». 25 Jesús les respondió: «Ya se lo dije, pero ustedes no me creen. Las obras que hago en nombre de mi Padre dan testimonio de mí, 26 pero ustedes no creen porque no son de mis ovejas. 27 Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. 28 Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos. 29 Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre. 30 Yo y el Padre somos uno».”
Contexto
Este pasaje continúa la sección del Evangelio de Juan donde Jesús se revela como el Buen Pastor. La escena tiene lugar en Jerusalén, durante la fiesta de la Dedicación (Hanukkah), que conmemora la repurificación del Templo en el siglo II a.C. Es invierno. Jesús está en el Templo, y un grupo de judíos lo confronta, exigiéndole que declare abiertamente si él es el Mesías. La respuesta de Jesús no es un simple "sí" o "no", sino que los remite a sus obras y a la relación especial que tiene con sus "ovejas" y con el Padre. La tensión llega a su clímax con la afirmación de Jesús sobre su unidad con el Padre, una declaración que sus oyentes considerarán blasfema.
Tema Central
El tema central es la revelación de la identidad divina de Jesús y su unidad con el Padre, y cómo esta unidad garantiza la seguridad eterna de aquellos que le pertenecen ("mis ovejas"). Aunque sus obras dan testimonio de quién es Él, la fe es necesaria para reconocerlo. Sus ovejas, que escuchan su voz y lo siguen, reciben de Él la vida eterna y la promesa de que nadie podrá arrebatarlas de su mano ni de la mano del Padre, porque Él y el Padre son uno.
Aplicación a nuestra actualidad
Este pasaje nos ofrece una profunda seguridad y nos invita a una fe más profunda:
La Fe y las Obras: Jesús señala que sus obras, hechas en nombre del Padre, ya dan testimonio de quién es Él. Sin embargo, "ustedes no creen". Esto nos recuerda que la fe no es solo una cuestión de evidencia externa, sino una disposición del corazón, una apertura a reconocer a Dios actuando. A veces podemos estar rodeados de "obras" de Dios en nuestra vida o en el mundo, pero si nuestro corazón no está dispuesto, no las reconoceremos.
Escuchar la Voz y Seguir: Nuevamente, Jesús enfatiza la relación personal con sus ovejas: "escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen". Esta es la marca del verdadero discípulo. La vida cristiana es un seguimiento activo, una respuesta a la voz del Pastor que nos conoce íntimamente. ¿Cómo estamos cultivando esa escucha y ese seguimiento en nuestra vida diaria?
Seguridad Inquebrantable: La promesa de Jesús es una de las más consoladoras de toda la Escritura: "Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos... nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre". Esta doble seguridad – la mano de Jesús y la mano del Padre – es inexpugnable. En un mundo lleno de incertidumbres, miedos y fuerzas que parecen querer "arrebatarnos" la paz, la fe o la esperanza, esta promesa es un ancla firme. Nos invita a descansar en el poder y el amor de Dios, que es "superior a todos".
Unidad con el Padre: La afirmación "Yo y el Padre somos uno" es el fundamento de esta seguridad. No es solo un pastor humano poderoso, sino Dios mismo quien nos guarda. Esta unidad revela la divinidad de Jesús y la profundidad del amor de Dios que se nos da en Él. Reconocer esta verdad transforma nuestra relación con Jesús y nuestra comprensión de quién es Dios.
Este pasaje es un llamado a confiar plenamente en Jesús, a escuchar su voz, a seguirle y a descansar en la seguridad de que, si le pertenecemos, estamos en las manos todopoderosas y amorosas de Dios Padre y de su Hijo Jesucristo.
Preguntas para la reflexión
¿Qué "obras" de Dios en mi vida o en el mundo me cuesta reconocer o creer, a pesar de que están ahí? ¿Qué me impide abrirme más a la fe?
¿De qué manera concreta estoy "escuchando la voz" de Jesús y "siguiéndole" en mis decisiones y acciones cotidianas?
¿En qué momentos o situaciones de mi vida necesito recordar con más fuerza la promesa de que "nadie me arrebatará de sus manos"? ¿Cómo me ayuda esta promesa a enfrentar mis miedos o inseguridades?
Al contemplar la afirmación "Yo y el Padre somos uno", ¿cómo profundiza esto mi comprensión de quién es Jesús y qué significa su relación con Dios Padre para mi propia vida de fe?
Oración
Señor Jesús, te reconocemos como el Mesías, el Hijo de Dios vivo, uno con el Padre. Gracias por tus obras que dan testimonio de Ti y por llamarnos a ser tus ovejas. Ayúdanos a escuchar siempre tu voz, a conocerte más íntimamente y a seguirte con fidelidad. Te agradecemos por el don de la Vida eterna y por la inmensa seguridad de saber que nadie puede arrebatarnos de tu mano ni de la mano del Padre. Fortalece nuestra fe para que podamos descansar en tu amor y poder en medio de todas las circunstancias. Amén.