Colosenses 1, 24-28
"Sufrir por la Iglesia y Anunciar el Misterio: Cristo en Ustedes, la Esperanza de la Gloria"
“24 Ahora me alegro de poder sufrir por ustedes, y completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, para bien de su Cuerpo, que es la Iglesia. 25 A ella he sido constituido ministro, según el plan de Dios, que me ha sido encomendado para anunciarles en toda su plenitud la Palabra de Dios, 26 el misterio que estuvo oculto desde toda la eternidad y que ahora ha sido manifestado a sus santos. 27 A ellos, Dios quiso darles a conocer la gloriosa riqueza de este misterio entre los paganos: Cristo en ustedes, la esperanza de la gloria. 28 A él, nosotros lo anunciamos, corrigiendo a todos los hombres e instruyéndolos en la verdadera sabiduría, a fin de que todos alcancen su madurez en Cristo.”
Contexto
Este pasaje de la Carta de San Pablo a los Colosenses sigue inmediatamente al himno cristológico que exalta la supremacía de Cristo sobre la creación y la redención (Colosenses 1,15-20). Después de describir la obra reconciliadora universal de Cristo, Pablo ahora reflexiona sobre su propio rol como apóstol y ministro al servicio de esta reconciliación. Habla de sus sufrimientos, no como algo negativo, sino como una participación en los padecimientos de Cristo por el bien de la Iglesia, y describe el contenido de su misión: anunciar el "misterio" de Dios revelado a los gentiles.
Tema Central
El tema central es el ministerio apostólico de Pablo, caracterizado por el sufrimiento gozoso por la Iglesia y la proclamación del "misterio" divino. Este misterio, oculto por siglos, es ahora revelado: "Cristo en ustedes, la esperanza de la gloria". La misión de Pablo consiste en anunciar a Cristo, corrigiendo e instruyendo a todos para llevarlos a la madurez espiritual en Él.
Aplicación a nuestra actualidad
Las profundas reflexiones de Pablo sobre su ministerio nos ofrecen una visión transformadora del sufrimiento, la misión y la vida cristiana:
El Sentido Redentor del Sufrimiento: "Ahora me alegro de poder sufrir por ustedes, y completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, para bien de su Cuerpo, que es la Iglesia". Esta es una afirmación asombrosa. No significa que a la Pasión de Cristo le faltara algo para nuestra salvación (su sacrificio es perfecto y suficiente). Significa que Pablo, y por extensión nosotros, podemos unir nuestros sufrimientos a los de Cristo, participando en su obra redentora y aplicándola para el crecimiento y el bien de la Iglesia, su Cuerpo. Esto da un sentido profundo y un valor inmenso a nuestras dificultades cuando las vivimos en unión con Cristo.
El Ministerio como Servicio a la Palabra de Dios: Pablo se ve a sí mismo como un "ministro" (servidor) cuya tarea es anunciar la Palabra de Dios "en toda su plenitud". El servicio en la Iglesia es, ante todo, un servicio a la Palabra, a la proclamación del Evangelio completo.
El Misterio Revelado: Cristo en Nosotros: El gran "misterio" no es una idea complicada, sino una realidad personal y transformadora: "Cristo en ustedes, la esperanza de la gloria". La presencia de Cristo, a través de su Espíritu, habitando en el corazón del creyente, es la garantía y el anticipo de la gloria futura. Esta verdad debe ser el centro de nuestra identidad cristiana: no solo seguimos a un Cristo lejano, sino que Él vive en nosotros.
La Esperanza de la Gloria: La presencia de Cristo en nosotros ahora es la "esperanza de la gloria" venidera. No es una vana ilusión, sino una certeza fundada en la inhabitación de Cristo. Esta esperanza nos da fuerza y dirección en nuestro caminar.
Anunciar, Corregir e Instruir para la Madurez: "A él, nosotros lo anunciamos, corrigiendo a todos los hombres e instruyéndolos en la verdadera sabiduría, a fin de que todos alcancen su madurez en Cristo". La misión no es solo un anuncio inicial. Implica un proceso de acompañamiento, de corrección fraterna, de enseñanza ("instruir en la verdadera sabiduría") con un objetivo claro: ayudar a cada persona a crecer y a alcanzar la "madurez" o la plenitud de la vida en Cristo.
Este pasaje nos invita a ver nuestros sufrimientos con una nueva perspectiva, como una oportunidad de unirnos a Cristo por el bien de la Iglesia. Nos revela el corazón del Evangelio: Cristo viviendo en nosotros como nuestra esperanza de gloria. Y nos llama a un compromiso con la misión, que no solo anuncia, sino que acompaña a otros en su camino hacia la plena madurez en Cristo.
Preguntas para la reflexión
¿Cómo puedo yo hoy unir mis propios sufrimientos, dificultades o sacrificios a los de Cristo, ofreciéndolos por el bien de la Iglesia y del mundo?
¿Soy consciente de la realidad de que "Cristo vive en mí" por la fe y el bautismo? ¿Cómo cambia mi vida saber que soy portador/a de la "esperanza de la gloria"?
¿Qué "misterios" de la fe necesito que Dios me revele más profundamente para que mi vida cristiana sea más plena?
Al pensar en mi rol en la comunidad (como padre/madre, amigo/a, catequista, etc.), ¿cómo estoy ayudando a otros a "alcanzar su madurez en Cristo" a través del anuncio, el consejo o la instrucción?
¿Qué significa para mí la "verdadera sabiduría" que viene de Cristo, en contraste con las sabidurías que ofrece el mundo?
Oración
Señor Jesús, que por tus padecimientos nos has redimido, te ofrecemos hoy nuestros propios sufrimientos para completar en nosotros lo que falta a tu pasión, por el bien de tu Cuerpo, que es la Iglesia. Te damos gracias por el misterio admirable de tu presencia en nosotros, que es nuestra esperanza de la gloria. Anunciamos tu Nombre y te pedimos que, a través de tu Palabra, nos instruyas en la verdadera sabiduría, para que todos podamos alcanzar la plenitud de la vida en Ti. Amén.