"Pedro Explica Quién Sanó al Mendigo y Llama a la Conversión"
«11» Como el paralítico no se separaba de Pedro y de Juan, todo el pueblo, asombrado, acudió corriendo hacia ellos al pórtico llamado «de Salomón». «12» Al ver esto, Pedro dijo al pueblo: «Israelitas, ¿de qué se asombran? ¿Por qué nos miran así, como si fuera por nuestro propio poder o por nuestra piedad que hemos hecho caminar a este hombre? «13» El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, glorificó a su servidor Jesús, a quien ustedes entregaron y rechazaron delante de Pilato, cuando éste ya había resuelto dejarlo en libertad. «14» Ustedes rechazaron al Santo y al Justo, y pidieron el indulto para un asesino. «15» Mataron al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos, de lo cual nosotros somos testigos. «16» Por la fe en su Nombre, este hombre que ustedes ven y conocen ha recobrado el vigor: es el Nombre de Jesús el que lo ha restablecido completamente, como todos ustedes pueden comprobar. «17» Ahora bien, hermanos, yo sé que ustedes obraron por ignorancia, lo mismo que sus jefes. «18» Pero así Dios cumplió lo que había anunciado de antemano por boca de todos los profetas: que su Mesías debía padecer. «19» Por lo tanto, arrepiéntanse y conviértanse, para que sus pecados sean perdonados. «20» Así el Señor les concederá el tiempo del consuelo y enviará a Jesús, el Mesías destinado para ustedes. «21» El debe permanecer en el cielo hasta el tiempo de la restauración universal, que Dios anunció antiguamente por boca de sus santos profetas. «22» Moisés, en efecto, dijo: “El Señor Dios suscitará para ustedes, de entre sus hermanos, un profeta semejante a mí: escúchenlo en todo lo que les diga”. «23» “El que no escuche a ese profeta será excluido del pueblo”. «24» Y todos los profetas que hablaron a partir de Samuel, anunciaron también estos días. «25» Ustedes son los herederos de los profetas y de la Alianza que Dios estableció con sus padres, al decir a Abraham: “Tu descendencia será fuente de bendición para todas las familias de la tierra”. «26» Ante todo para ustedes Dios suscitó a su Servidor y lo envió para bendecirlos, apartándolos de sus maldades».»
Contexto
Este discurso de Pedro tiene lugar inmediatamente después de la curación del hombre paralítico de nacimiento en la puerta del Templo (Hechos 3:1-10). El hombre curado, lleno de alegría, no se aparta de Pedro y Juan, y la gente, asombrada por el milagro y al reconocer al que antes mendigaba, se reúne rápidamente a su alrededor en el Pórtico de Salomón, una zona cubierta dentro del recinto del Templo. Pedro aprovecha esta oportunidad, generada por el asombro de la gente, para dirigirles la palabra y explicar el verdadero significado de lo que acaba de ocurrir.
Tema Central
El tema central es doble: por un lado, Pedro desvía la atención de sí mismo y de Juan, dejando claro que la curación no se debe a su propio poder o santidad, sino al poder del nombre de Jesús resucitado. Por otro lado, proclama nuevamente el mensaje central (kerygma): Jesús, a quien ellos rechazaron y entregaron para que fuera crucificado, es el Mesías ("el Santo y el Justo", "el autor de la vida") a quien Dios ha glorificado resucitándolo. A pesar de señalar la responsabilidad del pueblo en la muerte de Jesús (aunque reconociendo que actuaron por ignorancia), Pedro les ofrece un camino de esperanza: el arrepentimiento y la conversión para recibir el perdón y la bendición prometida a través de ese mismo Jesús, cumpliendo así las Escrituras.
Aplicación a nuestra actualidad
Este pasaje nos ofrece varias pistas para nuestra vida. Primero, la actitud de Pedro: cuando algo bueno sucede a través nuestro, ¿tendemos a quedarnos con el mérito o, como Pedro, señalamos a Dios como la fuente del bien? Es un llamado a la humildad y a reconocer que somos instrumentos. Segundo, Pedro no teme decir la verdad, incluso si es incómoda (señalar la responsabilidad en la muerte de Jesús), pero lo hace con un propósito claro: llamar a la conversión, no a la condena. ¿Cómo podemos nosotros hablar con verdad y amor, buscando siempre la restauración del otro? Tercero, la insistencia en la ignorancia ("sé que obraron por ignorancia"). A veces, nuestros errores o pecados provienen de no entender completamente, de no ver claro. Esto nos invita a pedir luz a Dios sobre nuestras propias cegueras y a ser compasivos con las faltas de los demás, sin dejar de llamar a la verdad. Finalmente, el núcleo del mensaje es la esperanza: no importa qué hayamos hecho, el camino de vuelta a Dios a través del arrepentimiento y la fe en Jesús siempre está abierto. Nos recuerda que la finalidad de Dios no es castigar, sino "bendecirnos, apartándonos de nuestras maldades". ¿Dónde necesito yo hoy experimentar esa bendición que me aparta de lo que me daña y daña a otros? ¿Estoy dispuesto a arrepentirme y convertirme para recibir el "tiempo del consuelo" que Dios ofrece?
Preguntas para la reflexión
Cuando recibo reconocimiento por algo bueno que he hecho, ¿mi primer impulso es agradecer a Dios y compartir el mérito, o me centro en mi propia satisfacción?
¿Hay alguna verdad incómoda que siento que Dios me pide comunicar a alguien (o a mí mismo), y cómo puedo hacerlo buscando la conversión y la esperanza, no la simple acusación?
¿En qué áreas de mi vida podría estar actuando "por ignorancia"? ¿Cómo puedo buscar más activamente la luz de Dios para entender mejor su voluntad y mis propias motivaciones?
¿Qué significa concretamente para mí hoy "arrepentirme y convertirme"? ¿Qué paso específico puedo dar esta semana para alejarme de alguna "maldad" (un hábito, una actitud, un rencor) y acercarme más a la bendición de Dios?
Oración
Señor Jesús, Autor de la vida, te damos gracias porque tu Nombre sigue teniendo poder para sanar y restaurar. Ayúdanos, como a Pedro, a ser humildes instrumentos de tu gracia, sin buscar la gloria para nosotros mismos. Danos la sabiduría para reconocer nuestra propia ignorancia y la valentía para arrepentirnos y convertirnos cada día. Que tu Espíritu nos mueva a apartarnos de todo aquello que nos aleja de ti y a abrazar la bendición y el consuelo que nos ofreces. Amén.