"María Magdalena: Del Llanto al Anuncio del Resucitado"
«11 María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro 12 y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús. 13 Ellos le dijeron: «Mujer, ¿por qué lloras?». María respondió: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto». 14 Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció. 15 Jesús le preguntó: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?». Ella, pensando que era el cuidador de la huerta, le respondió: «Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo». 16 Jesús le dijo: «¡María!». Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: «¡Raboní!», es decir, «¡Maestro!». 17 Jesús le dijo: «No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: "Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes"». 18 María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que él le había dicho esas palabras.»
Contexto
Este pasaje ocurre en la mañana del domingo de Resurrección, justo después de que Pedro y el discípulo amado corrieran al sepulcro vacío y se fueran (Juan 20:1-10). María Magdalena, sin embargo, permanece allí, sumida en una profunda tristeza y confusión por la desaparición del cuerpo de Jesús. Es en este estado de desolación que ella tendrá el primer encuentro personal con Jesús resucitado narrado en el evangelio de Juan. La escena está cargada de emoción y marca un punto de inflexión crucial.
Tema Central
El tema central es el encuentro personal y transformador con Jesucristo resucitado. Se destaca el paso de la profunda tristeza y la búsqueda desesperada ("¿Por qué lloras? ¿A quién buscas?") a la alegría del reconocimiento ("¡Raboní!") cuando Jesús la llama por su nombre. Este encuentro no es para quedarse aferrado al pasado ("No me retengas"), sino que impulsa a una misión: María se convierte en la primera testigo de la Resurrección, la "apóstol de los apóstoles", enviada a anunciar la nueva realidad a los hermanos: la relación de Jesús con el Padre es ahora también la nuestra ("mi Padre, el Padre de ustedes; mi Dios, el Dios de ustedes").
Aplicación a nuestra actualidad
Todos hemos experimentado momentos como el de María: momentos de pérdida, de llanto, de sentir que "se han llevado a nuestro Señor" y no sabemos dónde encontrarlo en medio de nuestras dificultades o sequedades espirituales. A veces, como María, Jesús está justo ahí, presente en nuestra vida (en una persona, en un acontecimiento, en la oración), pero no lo reconocemos, cegados por nuestra tristeza o nuestras ideas preconcebidas (ella pensaba que era el jardinero). El pasaje nos invita a estar atentos. El momento clave es cuando Jesús nos llama por nuestro nombre. ¿Estamos escuchando esa llamada personal de Jesús en nuestra vida? ¿En qué situaciones Él me está diciendo "¡(mi nombre)!" para que lo reconozca? Ese reconocimiento cambia todo. Nos saca del llanto y nos llena de una alegría que impulsa a la acción. El "No me retengas" es también para nosotros: no podemos aferrarnos a las experiencias pasadas de Dios, ni a una relación con Él como si no hubiera resucitado. Él vive y nos envía, como a María, a compartir la buena noticia con nuestros "hermanos": la noticia de que Él vive, de que Dios es nuestro Padre y nuestro Dios, y de que esa relación transforma nuestra existencia. ¿Qué sentimientos predominan en mí al leer este pasaje? ¿Tristeza, confusión, alegría, deseo de anunciar? Prestar atención a esos sentimientos puede ser una guía para entender qué me está diciendo Dios hoy.
Preguntas para la reflexión
¿En qué momentos de mi vida me he sentido como María junto al sepulcro, llorando y buscando sin encontrar? ¿Qué hice en esa situación?
¿Puedo identificar alguna vez en que Jesús estuvo presente en mi vida, pero yo no lo reconocí en ese momento? ¿Qué me impedía verlo?
¿Cómo experimento hoy que Jesús me llama por mi nombre? ¿Qué significa para mí ser llamado/a personalmente por Él?
¿Qué mensaje concreto, basado en mi propia experiencia de encuentro con el Señor resucitado, siento que Él me envía a anunciar a mis "hermanos" (familia, amigos, comunidad)?
¿A qué me estoy aferrando ("reteniendo") que me impide vivir plenamente la novedad de la Resurrección y cumplir la misión que Él me confía?
Oración
Señor Jesús, Raboní, Maestro mío, a menudo me encuentro como María, llorando mis pérdidas y sin reconocerte aunque estés a mi lado. Llama mi nombre, Señor, con esa fuerza que transforma el llanto en alegría y la confusión en misión. No permitas que me aferre al pasado, sino impúlsame a anunciar a mis hermanos que Tú vives, que has subido al Padre, nuestro Padre, y que en Ti encontramos el verdadero sentido de nuestra vida. Dame la fe y la valentía de María Magdalena para ser testigo de tu Resurrección. Amén.