"La Mujer Adúltera"
1 Jesús se fue al Monte de los Olivos. 2 Al amanecer volvió al Templo, y todo el pueblo vino a él. Entonces se sentó y comenzó a enseñarles. 3 Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer sorprendida en adulterio, y poniéndola en medio, 4 le dijeron: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. 5 En la Ley, Moisés nos mandó apedrear a estas mujeres. Tú, ¿qué dices?». 6 Decían esto para ponerlo a prueba y tener de qué acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en la tierra. 7 Como ellos insistían en preguntarle, se enderezó y les dijo: «Aquel de ustedes que esté sin pecado, que tire la primera piedra». 8 E inclinándose de nuevo, siguió escribiendo en la tierra. 9 Al oír esto, se fueron retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos. Quedaron sólo Jesús y la mujer que estaba en medio. 10 Enderezándose Jesús, le dijo: «Mujer, ¿dónde están? ¿Ninguno te ha condenado?». 11 Ella respondió: «Ninguno, Señor». Jesús le dijo: «Tampoco yo te condeno. Vete, y de ahora en adelante no peques más».
Contexto
Este conocido pasaje del Evangelio de Juan presenta una escena dramática en el Templo de Jerusalén. Jesús, después de pasar la noche orando en el Monte de los Olivos, regresa al Templo para enseñar. Es interrumpido por los escribas y fariseos, quienes le presentan a una mujer sorprendida en adulterio, utilizándola como una trampa para poner a prueba a Jesús y encontrar una razón para acusarlo. La ley mosaica prescribía la lapidación para el adulterio (Levítico 20,10; Deuteronomio 22,22), pero la intención de los líderes religiosos no era precisamente hacer cumplir la ley, sino comprometer a Jesús frente a ella o frente a la opinión pública romana, que tenía la última palabra en las ejecuciones.
Tema Central
El tema central de este texto es la confrontación entre la ley y la misericordia, la hipocresía de los acusadores y la autoridad de Jesús para perdonar y llamar a la conversión. Jesús, con su sabiduría y su silencio inicial, desarma la trampa de sus adversarios, apelando a la conciencia de cada uno. Su desafío, "Aquel de ustedes que esté sin pecado, que tire la primera piedra", revela la pecaminosidad universal y la hipocresía de quienes se erigen como jueces implacables. Su posterior perdón a la mujer, acompañado de la exhortación a no pecar más, muestra su amor incondicional y su deseo de transformación y vida nueva para todos.
Aplicación a nuestra actualidad
Esta escena evangélica tiene una profunda resonancia en nuestro tiempo. A menudo, somos rápidos para juzgar a los demás, señalando sus faltas y olvidando nuestras propias debilidades. Podemos caer en la tentación de la hipocresía, exigiendo a otros estándares que nosotros mismos no cumplimos. La actitud de Jesús nos invita a la humildad, al reconocimiento de nuestra propia condición de pecadores y a la práctica de la misericordia. Su pregunta silenciosa, mientras escribe en la tierra, puede interpretarse como una llamada a la introspección y a la conciencia de nuestros propios actos. Su respuesta final a la mujer, "Tampoco yo te condeno. Vete, y de ahora en adelante no peques más", nos ofrece un modelo de perdón que no justifica el pecado, pero que brinda una nueva oportunidad para el cambio y la conversión. Nos recuerda que el amor de Dios es más grande que nuestro pecado y que siempre hay esperanza de un nuevo comienzo.
Preguntas para la reflexión
¿En qué situaciones te has encontrado juzgando a los demás con dureza? ¿Qué te lleva a adoptar esa actitud?
¿Reconoces tus propias debilidades y pecados con la misma facilidad con la que señalas los de los demás?
¿Cómo vives la tensión entre la exigencia de la justicia y la práctica de la misericordia en tus relaciones?
¿Qué significa para ti el perdón que Jesús ofrece a la mujer? ¿Cómo aplicas el perdón en tu propia vida, tanto al perdonar a otros como al perdonarte a ti mismo?
¿De qué maneras concretas buscas vivir la exhortación de Jesús: "Vete, y de ahora en adelante no peques más"?
Oración
Señor Jesús, tú que con tu sabiduría desarmaste la trampa de tus adversarios y con tu misericordia ofreciste una nueva oportunidad a la mujer pecadora, te pedimos que nos concedas un corazón humilde y compasivo. Ayúdanos a reconocer nuestra propia fragilidad y a ser indulgentes con las debilidades de los demás. Que tu amor nos impulse a perdonar y a buscar siempre la conversión y la vida nueva, tanto en nosotros mismos como en nuestros hermanos. Amén.