"¿Hombre o Dios? Obras que Revelan la Verdad"
31 Los judíos tomaron piedras para apedrearlo. 32 Jesús les dijo: «Les hice ver muchas obras buenas que vienen del Padre; ¿por cuál de ellas me quieren apedrear?». 33 Los judíos le respondieron: «No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino por blasfemia, porque tú, siendo hombre, te haces Dios». 34 Jesús les respondió: «¿No está escrito en la Ley de ustedes: "Yo dije: Ustedes son dioses"? 35 Si la Ley llama dioses a los que fue dirigida la Palabra de Dios –y la Escritura no puede ser anulada– 36 ¿cómo dicen ustedes: "blasfemas" a aquel a quien el Padre santificó y envió al mundo, porque dije: "Soy Hijo de Dios"? 37 Si no hago las obras de mi Padre, no me crean; 38 pero si las hago, crean en las obras, aunque no me crean a mí. Así reconocerán y sabrán que el Padre está en mí y yo en el Padre». 39 Ellos intentaron nuevamente detenerlo, pero él se les escapó de las manos. 40 Jesús se retiró al otro lado del Jordán, al lugar donde Juan había bautizado anteriormente, y permaneció allí. 41 Muchos acudieron a él y decían: «Juan no hizo ningún signo, pero todo lo que dijo de este hombre era verdad». 42 Y en ese lugar muchos creyeron en él.
Contexto
Este episodio ocurre en Jerusalén, durante la Fiesta de la Dedicación del Templo. Justo antes de estos versículos (en Juan 10,30), Jesús ha hecho una afirmación culminante: "El Padre y yo somos uno". Esta declaración es interpretada por las autoridades judías como una blasfemia intolerable, la razón por la cual toman piedras para ejecutarlo inmediatamente, ya que la blasfemia se castigaba con la lapidación según la Ley. Jesús se defiende argumentando desde las Escrituras (Salmo 82,6) y, sobre todo, apelando a la coherencia entre sus palabras y sus obras, que son obras del Padre. La tensión es máxima, y aunque intentan prenderlo, Jesús se retira a un lugar más seguro, al otro lado del Jordán, donde la gente parece más receptiva.
Tema Central
El tema central es la identidad divina de Jesús y la evidencia que la respalda. Frente a la acusación de blasfemia ("tú, siendo hombre, te haces Dios"), Jesús no niega la afirmación sobre su divinidad, sino que la defiende. Argumenta que sus obras ("obras buenas que vienen del Padre") son la prueba visible de su unión con el Padre y de su condición de Hijo de Dios enviado al mundo. Invita a creer, si no en sus palabras, al menos en sus obras como testimonio de quién es Él realmente: aquel en quien el Padre actúa y que está en perfecta unidad con el Padre.
Aplicación a nuestra actualidad
Este pasaje nos interpela directamente sobre nuestra propia fe en Jesús. La pregunta de fondo sigue siendo la misma: ¿Quién es Jesús para nosotros? ¿Un simple hombre bueno, un maestro, o realmente el Hijo de Dios, Dios mismo hecho hombre? Jesús nos da una pista clave: mirar sus "obras". Hoy no lo vemos hacer milagros físicamente, pero podemos ver las "obras del Padre" que ocurren a través de Él en la Iglesia, en la vida de los santos, en las transformaciones personales de quienes creen, en los actos de amor y servicio inspirados por Él, e incluso en nuestra propia vida cuando experimentamos su ayuda o consuelo.
Jesús nos invita a un camino de fe que puede empezar por reconocer lo bueno que surge de Él: "crean en las obras, aunque no me crean a mí". A veces, puede que nos cueste aceptar intelectualmente todo el misterio de Jesús, pero podemos empezar por reconocer la bondad, la verdad y la belleza que irradian de Él y de sus seguidores auténticos. Estas "obras" son señales que nos pueden llevar a un conocimiento más profundo y a una fe más personal en que "el Padre está en Él y Él en el Padre".
También nos muestra que seguir a Jesús puede generar incomprensión u hostilidad, como le pasó a Él. Y que a veces, como Jesús que se retira al otro lado del Jordán, necesitamos buscar espacios de calma y reflexión donde nuestra fe pueda fortalecerse lejos del ruido y la oposición, como les pasó a aquellos que creyeron en Él en ese lugar más tranquilo.
Preguntas para la reflexión
¿Cuáles son las "obras buenas que vienen del Padre" que yo reconozco hoy en el mundo, en la Iglesia o en mi propia vida, que me hablan de Jesús?
Cuando enfrento dudas sobre mi fe o sobre quién es Jesús, ¿intento mirar las "obras" (los frutos, las consecuencias buenas) como un camino para fortalecer mi confianza?
¿Cómo reacciono cuando mi fe o mis valores cristianos chocan con la opinión dominante o generan incomprensión a mi alrededor?
¿Necesito buscar "retirarme" a un lugar o momento de más calma para escuchar mejor a Dios y dejar que mi fe en Jesús se asiente y crezca, lejos del "ruido"?
¿Qué significa para mí, en mi vida diaria, creer que "el Padre está en Jesús y Jesús en el Padre"? ¿Cómo afecta eso mi forma de orar o de vivir?
Oración
Jesús, Hijo amado del Padre, a menudo me cuesta comprender la profundidad de tu misterio, que siendo hombre eres también Dios. Ayúdame a ver con claridad las "obras buenas" que Tú sigues haciendo hoy a través de tu Espíritu en el mundo y en mi vida. Que esas obras fortalezcan mi fe en Ti, especialmente cuando dudo o me siento presionado por la incredulidad. Concédeme la gracia de reconocerte cada día más y de experimentar la verdad de que Tú estás en el Padre y el Padre en Ti, y que en Ti encuentro la vida verdadera. Amén.