"Sión, Ciudad Madre de Todos los Pueblos"
“1 El Señor ama la Ciudad que fundó sobre las santas montañas: 2 ama las puertas de Sión más que a todas las moradas de Jacob. 3 ¡Se dicen de ti cosas gloriosas, Ciudad de Dios! Pausa 4 «Contaré a Egipto y a Babilonia entre mis fieles; filisteos, tirios y etíopes han nacido en ella». 5 Se dirá de Sión: «Este y aquel han nacido en ella, y el mismo Altísimo la ha fundado». 6 El Señor escribirá en el registro de los pueblos: «Este ha nacido en ella». Pausa 7 Y todos cantarán, mientras danzan: «Todas mis fuentes están en ti».”
Contexto
El Salmo 87 es uno de los "Cantos de Sión", salmos que exaltan a Jerusalén (Sión) como la ciudad elegida por Dios, el lugar de su morada terrenal en el Templo. Este salmo, sin embargo, tiene una visión sorprendentemente universalista para su época. No se centra solo en el privilegio de Israel, sino que describe a Sión como una especie de "patria espiritual" para todas las naciones. Naciones tradicionalmente enemigas o distantes de Israel, como Egipto, Babilonia, Filistea, Tiro y Etiopía, son mencionadas como si hubieran "nacido" en Sión, es decir, como si fueran adoptadas y contadas entre los fieles de Dios. Es una visión profética de la reunión de todos los pueblos bajo la soberanía y el amor de Dios, con Sión como centro de esta comunión.
Tema Central
El tema central es la gloria de Sión como la ciudad amada y fundada por Dios, y su destino universal como madre espiritual de todas las naciones. Dios mismo inscribe a gentes de diversos pueblos como ciudadanos de Sión, reconociéndolos como suyos. La culminación es una celebración gozosa donde todos encuentran su origen y su plenitud ("todas mis fuentes") en la comunión con Dios en esta ciudad santa.
Aplicación a nuestra actualidad
Este salmo nos ofrece una visión expansiva y profundamente esperanzadora. En un mundo a menudo dividido por nacionalismos, etnias, culturas y religiones, nos recuerda que el sueño de Dios es la unidad de toda la familia humana. "Sión", para nosotros hoy, puede representar la Iglesia, la comunidad de creyentes, o incluso ese espacio espiritual donde todos encontramos nuestra verdadera identidad como hijos e hijas de Dios.
El salmo nos desafía a ver más allá de nuestras propias fronteras y particularidades. Dios no tiene favoritos en el sentido de exclusión; su amor se extiende a todos, y desea que todos se sientan "nacidos en Él", parte de su familia. Nos invita a preguntarnos si nuestras comunidades son verdaderamente lugares donde personas de diferentes orígenes se sienten acogidas, "inscritas" como en casa, reconociendo que su verdadera "fuente" de vida, alegría y pertenencia está en Dios. Es un llamado a construir puentes, a derribar muros de separación y a reconocer la dignidad de cada persona como "nacida" para Dios, destinada a encontrar en Él su plenitud.
Preguntas para la reflexión
¿Cómo puedo contribuir a que mi comunidad de fe (mi "Sión") sea un lugar donde personas de diferentes orígenes y experiencias se sientan verdaderamente "nacidas allí", acogidas y valoradas?
¿Qué "Egiptos" o "Babilonias" (personas o grupos que considero distantes o incluso hostiles) estoy llamado a ver con los ojos de Dios, como potencialmente "fieles" y parte de su familia?
¿En qué medida experimento que "todas mis fuentes" – mi alegría más profunda, mi sentido de vida, mi esperanza – se encuentran en Dios y en la comunión con su pueblo?
¿De qué manera mi vida y mis acciones reflejan la "gloria" de ser ciudadano de esta Ciudad de Dios, abierta a todos?
Oración
Señor, Dios nuestro, que fundaste tu Ciudad sobre el amor y la fidelidad, y deseas que todos los pueblos encuentren en ti su hogar y su origen. Abre nuestros corazones para acoger a cada persona como un hermano, una hermana, "nacido en ti". Ayúdanos a derribar los muros que nos separan y a construir una comunidad donde todos puedan cantar con alegría: "Todas mis fuentes están en ti". Que tu Iglesia sea un verdadero reflejo de esa Sión celestial, madre universal de todos los que te buscan. Amén.