Romanos 5, 5-11
"La prueba del inmenso amor de Dios"
"⁵y la esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado. ⁶En efecto, cuando todavía éramos débiles, Cristo, en el tiempo señalado, murió por los impíos. ⁷Es difícil que alguien dé la vida por un justo, aunque tal vez haya alguno que se anime a morir por una persona de bien. ⁸Pero la prueba de que Dios nos ama es que Cristo murió por nosotros cuando todavía éramos pecadores. ⁹Con mayor razón entonces, ahora que hemos sido justificados por su sangre, seremos salvados por él de la ira de Dios. ¹⁰Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más razón, ahora que estamos reconciliados, seremos salvados por su vida! ¹¹Y esto no es todo: nosotros nos gloriamos en Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos obtenido ahora la reconciliación."
Contexto
Este pasaje se encuentra en una sección clave de la Carta a los Romanos. El apóstol Pablo acaba de explicar que, por la fe en Jesucristo, hemos sido "justificados", es decir, puestos en una relación correcta con Dios. Como resultado de esto, experimentamos paz y tenemos acceso a la gracia. Pablo afirma que incluso nos gloriamos en las tribulaciones, porque producen paciencia y virtud, lo que fortalece nuestra esperanza. La pregunta lógica que surge es: ¿Cómo podemos estar tan seguros de que esta esperanza no es una ilusión? Los versículos que leemos son la respuesta de Pablo: nuestra esperanza es sólida porque se fundamenta no en nuestros sentimientos o méritos, sino en una prueba histórica y definitiva del amor de Dios.
Tema Central
El tema central es el amor incondicional y proactivo de Dios, demostrado de la manera más radical posible. Pablo argumenta con una lógica contundente. Es muy raro que alguien muera por una persona buena. Sin embargo, Dios nos ofrece la prueba definitiva de su amor: "Cristo murió por nosotros cuando todavía éramos pecadores". No cuando éramos buenos, no cuando lo merecíamos, sino precisamente en nuestro peor momento: cuando éramos "débiles", "impíos", "pecadores" y hasta "enemigos" de Dios. Si Dios hizo lo más difícil —reconciliarnos con Él a través de la muerte de su Hijo cuando estábamos en su contra—, ¿cuánto más no hará ahora que somos sus amigos para llevarnos a la salvación definitiva? Este amor no es un sentimiento vago, sino un don derramado en nosotros por el Espíritu Santo.
Aplicación a nuestra actualidad
Con frecuencia, nuestra relación con Dios está marcada por un sentimiento de no ser "suficientemente buenos". Sentimos el peso de nuestros errores y pensamos que tenemos que "limpiarnos" o mejorar para que Dios nos acepte y nos ame. Este texto dinamita esa lógica. Nos dice que Dios no espera a que seamos dignos; su amor nos hace dignos.
La invitación de este pasaje es a dejar de esforzarnos por ganar un amor que ya se nos ha dado gratuitamente y en sobreabundancia. Es contemplar el hecho de que en nuestro momento más oscuro, más egoísta, más alejado de Él, Cristo ya nos había amado hasta el extremo. Asimilar esta verdad es profundamente liberador. Nos permite acercarnos a Dios con confianza, no con miedo. Nos libera de la carga de la autojustificación y nos funda en una seguridad que no depende de nuestro estado de ánimo ni de nuestro comportamiento, sino del carácter fiel y amoroso de Dios. Vivir desde esta certeza nos llena de gratitud y nos impulsa a cambiar, no por temor al castigo, sino como una respuesta de amor a Quien nos amó primero.
Preguntas para la reflexión
¿En qué áreas de mi vida siento que tengo que "ganarme" el amor de Dios o de los demás a través de mis logros o mi buen comportamiento?
Al meditar en la frase "Cristo murió por nosotros cuando todavía éramos pecadores", ¿qué imagen de Dios se forma en mi corazón y cómo contrasta con la imagen que a veces tengo de Él?
Si realmente creyera que estoy a salvo por la vida de Cristo resucitado, ¿qué miedos sobre mi futuro o sobre mi debilidad podría empezar a soltar?
¿Cómo puede esta experiencia del amor incondicional de Dios hacia mí cambiar mi manera de mirar y tratar a las personas que considero "difíciles" o que me han ofendido?
Oración
Señor Jesús, te doy gracias por la prueba irrefutable de tu amor. Gracias porque no esperaste a que yo te buscara o fuera perfecto, sino que me amaste y te entregaste por mí en mi debilidad y mi pecado. Derrama en mi corazón tu Espíritu Santo para que pueda comprender, aunque sea un poco, la profundidad de este amor. Que esta certeza sea el fundamento de mi esperanza, la fuente de mi alegría y la razón de mi vida, liberándome del miedo y haciéndome un instrumento de tu reconciliación en el mundo. Amén.