Salmo 69(68), 14, 17, 30-31, 36-37
"El Clamor del que Sufre: Alabanza en la Prueba y Esperanza de Salvación"
“14 ...respóndeme, por tu gran amor; por tu inmensa compasión, vuélvete hacia mí... 17 ...respóndeme, Señor, porque tu amor es bondadoso; por tu gran compasión, vuélvete hacia mí... 30 Yo, en cambio, soy un pobre y doliente: ¡que tu ayuda, oh Dios, me ponga a salvo! 31 Alabaré el nombre de Dios con un canto y proclamaré su grandeza con acciones de gracias... 36 porque Dios salvará a Sión y reconstruirá las ciudades de Judá: allí se establecerán y tomarán posesión de ella; 37 la descendencia de sus servidores la recibirá en herencia y los que aman su Nombre habitarán en ella.”
Contexto
El Salmo 69 es uno de los lamentos individuales más intensos del Salterio. El salmista se describe a sí mismo en una situación de profunda angustia, sintiéndose como si se ahogara en aguas profundas, perseguido por enemigos y sufriendo a causa de su fidelidad a Dios. Es un salmo citado con frecuencia en el Nuevo Testamento en referencia a la Pasión de Jesucristo. Los versículos seleccionados muestran un movimiento clave dentro de este lamento: desde una súplica desesperada (vv. 14, 17), pasando por una decisión de alabar a Dios a pesar del sufrimiento (vv. 30-31), hasta una firme confianza en la salvación futura, no solo para él, sino para todo el pueblo (vv. 36-37).
Tema Central
El tema central es el viaje espiritual del creyente desde la profundidad de la angustia y el clamor a Dios, pasando por un acto de fe que se traduce en alabanza y acción de gracias, hasta llegar a una esperanza segura en la salvación y restauración que Dios obrará para toda su comunidad. La alabanza del "pobre y doliente" se presenta como una ofrenda valiosa a Dios.
Aplicación a nuestra actualidad
Este salmo nos enseña a orar desde las profundidades de nuestro propio dolor y a encontrar un camino hacia la esperanza:
Clamar con Sinceridad: "¡Respóndeme, Señor, porque tu amor es bondadoso; por tu gran compasión, vuélvete hacia mí!". En momentos de angustia, es legítimo y necesario clamar a Dios con urgencia, apelando a lo que sabemos de Él: su amor y su compasión. No tenemos que ocultar nuestro dolor o nuestra desesperación; podemos presentárselos a Dios con total honestidad.
La Decisión de Alabar en la Prueba: "Yo, en cambio, soy un pobre y doliente... ¡Alabaré el nombre de Dios con un canto...!". Aquí se produce un cambio crucial. A pesar de su condición de "pobre y doliente", el salmista toma la decisión de alabar. Esto nos enseña que la alabanza no es solo un sentimiento que surge cuando todo va bien; puede ser un acto de fe profundo y deliberado en medio de la dificultad. Es decir "a pesar de cómo me siento, elijo confiar y proclamar tu grandeza". Este tipo de alabanza, que nace de un corazón probado, es especialmente agradable a Dios.
La Esperanza Comunitaria: "Dios salvará a Sión y reconstruirá las ciudades de Judá...". La oración del salmista no termina en su propio alivio. Su confianza se expande hacia una esperanza para toda la comunidad. Nos recuerda que nuestras luchas y nuestra fe personales están insertas en una historia más grande, la de la salvación del pueblo de Dios. Nuestra esperanza no es solo para nosotros, sino para toda la Iglesia y para la restauración del mundo.
La Herencia de los Fieles: "La descendencia de sus servidores la recibirá en herencia y los que aman su Nombre habitarán en ella". La fidelidad a Dios, incluso a través del sufrimiento, tiene como promesa una herencia duradera y una morada segura en su presencia. Es un llamado a la perseverancia en la fe, con la vista puesta en la promesa final.
Este salmo es un modelo de cómo transitar nuestras propias "aguas profundas". Nos invita a clamar a Dios con confianza, a hacer un acto de fe eligiendo alabarlo incluso cuando no lo sentimos, y a levantar la mirada de nuestro sufrimiento personal para abrazar la esperanza más grande de la salvación que Dios tiene preparada para todo su pueblo.
Preguntas para la reflexión
¿En qué situaciones de mi vida me siento como el salmista, "pobre y doliente", y necesito clamar a Dios con esa misma urgencia y sinceridad?
¿He intentado alguna vez, en medio de una dificultad, hacer el acto de fe de "alabar el nombre de Dios con un canto", a pesar de mi estado de ánimo? ¿Qué efecto tuvo en mí?
¿De qué manera puedo yo cultivar una esperanza que vaya más allá de mis problemas personales y abarque el bien de mi comunidad y de toda la Iglesia, como lo hace el salmista?
¿Qué significa para mí la promesa de que los que "aman el Nombre de Dios" recibirán una herencia y "habitarán en ella"? ¿Cómo alimenta esta promesa mi perseverancia?
Oración
Señor, que escuchas el clamor del pobre y doliente, vuélvete hacia mí por tu gran compasión. En medio de mi angustia, cuando me siento hundido, ayúdame a levantar mi corazón para alabarte, sabiendo que mi canto, nacido de la debilidad, te es agradable. Fortalece mi esperanza en tu salvación, no solo para mí, sino para todo tu pueblo. Que, amando tu Nombre, pueda yo un día habitar en la herencia que has preparado para tus fieles. Amén.