"Alabanza al Nombre del Señor, Exaltador de los Humildes"
“1 ¡Aleluya! ¡Alaben, servidores del Señor, alaben el Nombre del Señor! 2 Bendito sea el Nombre del Señor, desde ahora y para siempre. 3 Desde la salida del sol hasta su ocaso, sea alabado el Nombre del Señor. 4 El Señor está sobre todas las naciones, su gloria se eleva sobre el cielo. 5 ¿Quién es como el Señor, nuestro Dios, que tiene su morada en las alturas, 6 y se inclina para contemplar el cielo y la tierra? 7 Él levanta del polvo al desvalido, alza al pobre de la miseria, 8 para hacerlo sentar entre los príncipes, entre los príncipes de su pueblo.”
Contexto
El Salmo 113 es el primero de un grupo de salmos (113-118) conocidos como el "Halel Egipcio". Estos salmos eran recitados o cantados en las grandes fiestas judías, especialmente durante la Pascua, para conmemorar la liberación de la esclavitud en Egipto. Este salmo en particular es un himno de alabanza que exalta la grandeza del Nombre de Dios y, al mismo tiempo, su condescendencia y cuidado amoroso por los más humildes y necesitados. Comienza con una triple invitación a la alabanza dirigida a los "servidores del Señor".
Tema Central
El tema central es la alabanza universal y perpetua al Nombre del Señor, destacando dos aspectos aparentemente paradójicos de Dios: su trascendencia incomparable (su gloria está sobre todas las naciones y el cielo) y su inmanencia misericordiosa (se inclina para mirar lo pequeño y levanta a los humildes). Dios, desde su excelsa altura, se preocupa especialmente por los desvalidos y los pobres, elevándolos a una dignidad inesperada.
Aplicación a nuestra actualidad
Este salmo nos invita, primero, a una actitud constante de alabanza. "Desde la salida del sol hasta su ocaso", en todo tiempo y lugar, el Nombre del Señor es digno de ser bendecido. Esta alabanza no es solo un acto litúrgico, sino una disposición del corazón que reconoce la grandeza y la bondad de Dios en medio de la vida cotidiana.
Luego, el salmo nos presenta una imagen poderosa de Dios que nos ayuda a entender su carácter. Aunque Dios es infinitamente grande y su gloria supera todo lo imaginable, no es un Dios distante o indiferente. Al contrario, "se inclina" para mirar nuestra realidad, especialmente la de aquellos que son pequeños, olvidados o sufren. Este "inclinarse" de Dios es un movimiento de amor, de compasión activa.
La acción de Dios de "levantar del polvo al desvalido" y "alzar al pobre de la miseria" es un mensaje de profunda esperanza. Nos muestra que Dios tiene una predilección por los humildes y que su poder se manifiesta transformando situaciones de abatimiento en dignidad. Para nosotros, esto implica dos cosas: primero, confiar en que Dios puede levantar también nuestras propias "pobrezas" y debilidades. Segundo, nos llama a imitar esa condescendencia divina, a "inclinarnos" hacia aquellos que están caídos a nuestro alrededor, a ser instrumentos de Dios para levantar y dignificar a los más vulnerables en nuestra sociedad. Nos recuerda que el verdadero poder y la verdadera grandeza se manifiestan en el servicio y en la elevación de los demás.
Preguntas para la reflexión
¿De qué manera concreta puedo yo "alabar el Nombre del Señor desde la salida del sol hasta su ocaso" en mi vida diaria, más allá de los momentos formales de oración?
Al contemplar la grandeza de Dios "sobre todas las naciones", ¿cómo me ayuda esto a poner en perspectiva mis propios problemas o preocupaciones?
¿En qué situaciones o con qué personas me siento llamado/a a "inclinarme" como lo hace Dios, para ofrecer consuelo, ayuda o reconocimiento?
¿He experimentado alguna vez cómo Dios "levanta del polvo" a alguien (o a mí mismo/a) de una situación de desvalimiento o miseria? ¿Qué aprendí de esa experiencia?
Oración
Señor, Dios nuestro, ¡Aleluya! Que tu Nombre sea alabado desde ahora y para siempre, desde donde nace el sol hasta donde se pone. Tú, que habitas en las alturas y te inclinas para mirar el cielo y la tierra, te bendecimos por tu grandeza incomparable y por tu tierna misericordia. Gracias por levantar del polvo al desvalido y alzar al pobre de la miseria. Ayúdanos a alabarte con nuestra vida entera y a ser instrumentos de tu amor compasivo, para que todos puedan experimentar la dignidad a la que nos llamas, sentados entre los príncipes de tu pueblo. Amén.