Efesios 2,19-22
"Conciudadanos de los Santos: Edificados sobre el Fundamento de Cristo, la Piedra Angular"
“19 Por lo tanto, ustedes ya no son extraños ni huéspedes, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios. 20 Ustedes han sido edificados sobre el fundamento de los apóstoles y de los profetas, y el mismo Cristo Jesús es la piedra angular. 21 En él, todo el edificio, bien trabado, va creciendo para constituir un Templo santo en el Señor. 22 En él, también ustedes son incorporados al edificio, para llegar a ser una morada de Dios en el Espíritu.”
Contexto
Este pasaje se encuentra en la Carta de San Pablo a los Efesios, en una sección donde el apóstol describe la obra reconciliadora de Cristo. En los versículos anteriores (Efesios 2,11-18), Pablo ha explicado cómo Cristo, por su muerte en la cruz, ha derribado el "muro de enemistad" que separaba a judíos y gentiles, creando de los dos un solo Hombre nuevo y reconciliando a ambos con Dios en un solo Cuerpo. Como consecuencia de esta obra reconciliadora, los creyentes gentiles, que antes estaban "lejos", ahora han sido "acercados". Estos versículos (19-22) describen el nuevo estatus y la nueva identidad de estos creyentes dentro del plan de Dios.
Tema Central
El tema central es la nueva identidad de los creyentes en Cristo: ya no son extranjeros, sino que tienen plena ciudadanía en el pueblo de Dios y son miembros de su familia. Pablo utiliza la metáfora de la construcción de un edificio para describir a la Iglesia. Este edificio espiritual está fundamentado en la enseñanza de los apóstoles y profetas, con Cristo Jesús como la piedra angular que da cohesión y sustento a toda la estructura. En Cristo, toda la Iglesia crece para ser un Templo santo, una morada de Dios en el Espíritu, en la cual cada creyente es incorporado como una piedra viva.
Aplicación a nuestra actualidad
Las poderosas imágenes de Pablo sobre la ciudadanía, la familia y el edificio nos hablan directamente sobre nuestra identidad y nuestra vida en la Iglesia hoy:
Pertenencia Plena: Conciudadanos y Familiares: "Ustedes ya no son extraños ni huéspedes, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios". Esta es una afirmación radical contra toda forma de exclusión o de sentirse un "cristiano de segunda clase". En Cristo, todos tenemos los mismos derechos, la misma dignidad y la misma pertenencia. No somos invitados temporales, sino miembros plenos de la familia de Dios. Esto debe transformar la forma en que nos vemos a nosotros mismos y la manera en que acogemos a otros en la comunidad.
Fundamento Sólido: "Edificados sobre el fundamento de los apóstoles y de los profetas". Nuestra fe no es una invención reciente ni se basa en opiniones personales fluctuantes. Tiene un fundamento sólido y histórico: la enseñanza de los apóstoles, testigos de Cristo, y de los profetas que anunciaron su venida. Es un llamado a permanecer fieles a la fe apostólica transmitida por la Iglesia.
Cristo, la Piedra Angular: "El mismo Cristo Jesús es la piedra angular". Cristo es quien da unidad, cohesión y solidez a todo el edificio de la Iglesia. Todo en la Iglesia debe estar referido a Él, alineado con Él. Si quitamos a Cristo o lo ponemos en un segundo plano, toda la estructura se derrumba. Él es el centro indispensable.
Crecimiento Orgánico y Comunitario: "En él, todo el edificio, bien trabado, va creciendo para constituir un Templo santo en el Señor". La Iglesia no es una estructura estática, sino un organismo vivo que "va creciendo". Y este crecimiento es "bien trabado", en unidad y armonía, no de forma individualista. Cada uno de nosotros, como piedras vivas, contribuimos a este crecimiento.
Morada de Dios en el Espíritu: "En él, también ustedes son incorporados al edificio, para llegar a ser una morada de Dios en el Espíritu". El propósito final de esta edificación es que la comunidad de creyentes (y cada creyente dentro de ella) sea el lugar donde Dios habita por su Espíritu. Somos el Templo vivo de Dios. Esta verdad nos confiere una inmensa dignidad y una gran responsabilidad: vivir de tal manera que seamos una morada santa y agradable a Dios.
Este pasaje nos invita a una profunda toma de conciencia de nuestra identidad en Cristo. Nos libera de sentirnos extraños o aislados, nos arraiga en la fe histórica de la Iglesia, nos centra en Cristo como nuestra piedra angular, y nos llama a crecer juntos como comunidad para ser un reflejo vivo de la presencia de Dios en el mundo.
Preguntas para la reflexión
¿Vivo realmente mi fe con la conciencia de que soy "conciudadano de los santos y miembro de la familia de Dios", o a veces me siento como un "extraño" o un "huésped" en la Iglesia?
¿Qué tan importante es para mí que mi fe esté "edificada sobre el fundamento de los apóstoles y los profetas"? ¿Busco conocer y vivir esa fe apostólica?
¿Es Cristo realmente la "piedra angular" de mi vida y de mi comunidad, aquello que da unidad y sentido a todo lo demás?
¿De qué manera estoy contribuyendo yo al "crecimiento" del "Templo santo del Señor" que es la Iglesia, a través de mi vida y mi servicio?
¿Soy consciente de que, junto con mis hermanos, soy "morada de Dios en el Espíritu"? ¿Cómo me inspira esto a vivir una vida más santa y a valorar más mi comunidad de fe?
Oración
Padre celestial, te damos gracias porque en Cristo Jesús ya no somos extraños ni huéspedes, sino miembros de tu propia familia. Ayúdanos a edificarnos sobre el fundamento sólido de los apóstoles y profetas, con Cristo como nuestra piedra angular. Que, unidos en Él, podamos crecer como un Templo santo, para ser una digna morada tuya en el Espíritu, donde habites y seas glorificado por siempre. Amén.