Mateo 13,1-9
"La Parábola del Sembrador: Escuchar la Palabra y los Distintos Terrenos del Corazón"
“1 Aquel día, salió Jesús de la casa y se sentó a orillas del mar. 2 Una gran multitud se reunió junto a él, de manera que debió subir a una barca y sentarse en ella, mientras la multitud permanecía en la costa. 3 Entonces él les habló extensamente por medio de parábolas. Les decía: «El sembrador salió a sembrar. 4 Al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las comieron. 5 Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda; 6 pero cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron. 7 Otras cayeron entre espinas, y estas, al crecer, las ahogaron. 8 Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta. 9 ¡El que tenga oídos, que oiga!».”
Contexto
Este pasaje se encuentra al inicio del capítulo 13 del Evangelio de Mateo, que es una colección de parábolas sobre el Reino de los Cielos, conocido como el "Discurso de las Parábolas". Jesús se encuentra a orillas del mar de Galilea, y debido a la gran multitud, enseña desde una barca. La Parábola del Sembrador es la primera y fundamental de esta serie. Jesús mismo ofrecerá su explicación detallada a los discípulos más adelante en el mismo capítulo (Mateo 13,18-23).
Tema Central
El tema central es la proclamación de la Palabra de Dios (simbolizada por el sembrador y la semilla) y las diferentes respuestas que esta Palabra encuentra en los corazones de quienes la escuchan (simbolizados por los cuatro tipos de terreno). La parábola destaca que el problema no está en el sembrador, que siembra generosamente por todas partes, ni en la semilla, que tiene el potencial de dar fruto abundante, sino en la disposición del terreno que la recibe.
Aplicación a nuestra actualidad
La Parábola del Sembrador es un profundo examen de conciencia para cada uno de nosotros sobre cómo acogemos la Palabra de Dios en nuestra vida:
El Sembrador Generoso (Dios/Jesús): "El sembrador salió a sembrar". Dios no es tacaño con su Palabra. La siembra abundantemente, la ofrece a todos sin distinción, en todo tipo de terrenos. Esto nos habla de la generosidad inagotable de Dios.
El Terreno del Camino (El Corazón Duro e Indiferente): "Algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las comieron". Este es el corazón endurecido por el orgullo, la indiferencia o la distracción. La Palabra se escucha, pero no penetra, no se interioriza. Es fácilmente arrebatada por el "maligno" (como explicará Jesús), por las preocupaciones superficiales o por la negatividad. ¿Hay áreas de mi vida que son como un "camino" pisoteado, donde la Palabra de Dios no puede echar raíces?
El Terreno Pedregoso (El Corazón Superficial y Emotivo): "Otras cayeron en terreno pedregoso... brotaron en seguida... pero cuando salió el sol, se quemaron". Este es el corazón que recibe la Palabra con un entusiasmo inicial y emocional, pero sin profundidad. No tiene "raíz", es decir, no hay un compromiso real, una conversión profunda. Ante la primera dificultad, la primera prueba ("el sol"), la fe se seca y se abandona. ¿Mi fe se basa en sentimientos pasajeros o está echando raíces profundas?
El Terreno con Espinas (El Corazón Dividido y Preocupado): "Otras cayeron entre espinas, y estas, al crecer, las ahogaron". Este es el corazón que acoge la Palabra, pero que está también lleno de otras "plantas" que compiten con ella: las preocupaciones del mundo, la seducción de las riquezas, las ansiedades, los apegos desordenados. Estas "espinas" crecen y ahogan la Palabra, impidiendo que dé fruto. ¿Cuáles son las "espinas" que están ahogando la acción de la Palabra de Dios en mi vida?
La Tierra Buena (El Corazón Abierto y Fructífero): "Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta". Este es el corazón que escucha la Palabra, la comprende, la acoge y la pone en práctica. Es un corazón dócil, humilde y perseverante. El resultado es la fecundidad, la capacidad de dar fruto abundante para el Reino de Dios.
"¡El que tenga oídos, que oiga!": Esta llamada final de Jesús es una exhortación a no escuchar de manera superficial. Es una invitación a un discernimiento profundo, a examinar qué tipo de "terreno" es nuestro corazón y a tomar las medidas necesarias (arar, quitar piedras, arrancar espinas) para convertirnos en "tierra buena".
La parábola no es para que juzguemos a los demás, sino para que nos examinemos a nosotros mismos. Nos llama a la responsabilidad personal en nuestra respuesta a la Palabra. Dios siempre siembra; de nosotros depende preparar el terreno de nuestro corazón para que su semilla pueda germinar y dar fruto en abundancia.
Preguntas para la reflexión
¿Qué tipo de "terreno" siento que es mi corazón en este momento de mi vida al escuchar la Palabra de Dios? ¿Quizás una mezcla de varios?
¿Cuáles son los "pájaros" (distracciones, negatividad) que a menudo me roban la semilla de la Palabra antes de que pueda echar raíces?
¿Mi fe es a veces "pedregosa", es decir, se basa en un entusiasmo inicial que se desvanece ante la primera dificultad o prueba?
¿Cuáles son las "espinas" (preocupaciones, ansiedades, apegos al dinero o a otras cosas) que más amenazan con "ahogar" la vida de la Palabra en mí?
¿Qué pasos concretos puedo dar para "preparar mi terreno", para que mi corazón sea una "tierra buena" que acoja la Palabra y dé fruto abundante?
Oración
Señor Jesús, Sembrador divino, que esparces generosamente la semilla de tu Palabra sobre todos los terrenos. Te pedimos que nos ayudes a examinar el terreno de nuestro corazón. Líbranos de la dureza del camino, de la superficialidad del terreno pedregoso y de las espinas de las preocupaciones que ahogan tu vida en nosotros. Danos la gracia de ser una tierra buena y fértil, que acoja tu Palabra con un corazón dócil y perseverante, para que podamos dar fruto en abundancia para la gloria de tu Reino. Amén.