Colosenses 3, 1-5, 9-11
"Busquen las Cosas de Arriba: La Vida Nueva en Cristo"
“1 Ya que ustedes han resucitado сon Cristo, busquen los bienes del cielo, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios. 2 Tengan el pensamiento puesto en las cosas del cielo y no en las de la tierra. 3 Porque ustedes están muertos, y su vida está escondida con Cristo en Dios. 4 Cuando se manifieste Cristo, que es la vida de ustedes, entonces también ustedes se manifestarán gloriosos, juntamente con él. 5 Por eso, hagan morir en sus miembros todo lo que es terrenal: la lujuria, la impureza, la pasión desordenada, los malos deseos y también la avaricia, que es una forma de idolatría... 9 No se engañen los unos a los otros, ya que ustedes se han despojado del hombre viejo con todas sus obras, 10 y se han revestido del hombre nuevo, que se va renovando constantemente a imagen de su Creador, hasta alcanzar el perfecto conocimiento. 11 Ya no hay distinción entre griego y judío, circunciso e incircunciso, bárbaro y escita, esclavo y hombre libre, sino que Cristo es todo en todos.”
Contexto
Este pasaje se encuentra en la segunda parte de la Carta de San Pablo a los Colosenses, que es de carácter exhortativo y práctico. En la primera parte, Pablo ha expuesto la supremacía absoluta de Cristo sobre toda la creación y en la redención (la parte doctrinal). Ahora, en el capítulo 3, Pablo saca las consecuencias morales y prácticas de esta verdad: si los creyentes han sido verdaderamente unidos a Cristo en su muerte y resurrección a través del bautismo, su vida debe reflejar esta nueva realidad.
Tema Central
El tema central es la exhortación a vivir coherentemente con la nueva identidad recibida en el bautismo. Habiendo "resucitado con Cristo", el creyente debe orientar toda su vida (pensamientos, deseos, aspiraciones) hacia las "cosas de arriba", donde Cristo reina. Esto implica un doble movimiento: un despojarse de la vieja vida de pecado ("hagan morir lo terrenal", "despójense del hombre viejo") y un revestirse de una nueva identidad en Cristo ("revístanse del hombre nuevo"), una identidad que se renueva constantemente a imagen del Creador y que supera todas las divisiones humanas.
Aplicación a nuestra actualidad
Las palabras de Pablo son un llamado radical a la coherencia entre nuestra fe y nuestra vida diaria:
Orientar la Vida hacia el Cielo: "Busquen los bienes del cielo... Tengan el pensamiento puesto en las cosas del cielo y no en las de la tierra". Esto no es una invitación a evadirse del mundo o a despreciar las realidades terrenales. Es una llamada a reorientar nuestras prioridades y nuestra perspectiva. Significa valorar todas las cosas a la luz de la eternidad, juzgar el mundo con los criterios de Dios y no dejarse absorber por las preocupaciones puramente materiales o pasajeras.
Una Nueva Realidad: Muertos al Pecado, Vivos en Cristo: "Porque ustedes están muertos, y su vida está escondida con Cristo en Dios". Nuestra verdadera identidad ya no se define por el pecado o por los estándares del mundo. Estamos "muertos" a esa vieja vida. Nuestra verdadera vida está segura, "escondida con Cristo en Dios", y se manifestará en gloria en el futuro. Esta certeza debe darnos una profunda seguridad y libertad.
Hacer Morir lo Terrenal: "Hagan morir en sus miembros todo lo que es terrenal...". La vida nueva requiere una lucha activa contra el pecado. Pablo es muy concreto: lujuria, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos, avaricia ("que es una forma de idolatría"). No es un proceso automático; requiere una decisión constante de "hacer morir" todo aquello que nos aleja de Dios.
Despojarse y Revestirse: La imagen de "despojarse del hombre viejo" y "revestirse del hombre nuevo" es muy poderosa. Es como quitarse una ropa sucia y ponerse una nueva y limpia. El "hombre viejo" es nuestro yo egoísta, marcado por el pecado. El "hombre nuevo" es Cristo mismo viviendo en nosotros, renovándonos a imagen de nuestro Creador. Es un proceso de transformación continua.
Una Nueva Humanidad que Supera las Divisiones: En este "hombre nuevo", las antiguas barreras que dividen a la humanidad pierden su importancia: "Ya no hay distinción entre griego y judío, circunciso e incircunciso, bárbaro y escita, esclavo y hombre libre...". En Cristo, todos somos uno. Nuestra identidad fundamental ya no es nuestra nacionalidad, nuestra cultura, nuestro estatus social o nuestras prácticas religiosas externas, sino nuestra pertenencia a Cristo. "Cristo es todo en todos". Esta es una llamada radical a la unidad y a la fraternidad, a superar todo racismo, clasismo o división en nuestras comunidades.
Este pasaje es un programa de vida para el cristiano. Nos llama a vivir a la altura de nuestra dignidad bautismal, orientando nuestra mente y corazón hacia Cristo resucitado, luchando activamente contra el pecado y revistiéndonos cada día de la vida nueva que Él nos da, una vida que nos une y nos hace hermanos por encima de todas nuestras diferencias.
Preguntas para la reflexión
¿De qué manera estoy yo "buscando los bienes del cielo" en mi vida diaria? ¿Mis pensamientos y mis deseos están más puestos en "las cosas de arriba" o en "las de la tierra"?
¿Soy consciente de que, por mi bautismo, mi "vida está escondida con Cristo en Dios"? ¿Cómo me da esta verdad seguridad y libertad frente a los altibajos del mundo?
¿Qué "cosas terrenales" (malos hábitos, apegos, deseos desordenados) necesito yo hoy "hacer morir" en mí con la ayuda de la gracia de Dios?
¿De qué manera puedo yo hoy "despojarme del hombre viejo" y "revestirme del hombre nuevo" que se renueva a imagen de su Creador?
Si en Cristo "ya no hay distinción", ¿qué prejuicios o barreras (sociales, culturales, ideológicas) necesito yo derribar en mi corazón para vivir más plenamente la unidad y la fraternidad a la que Cristo nos llama?
Oración
Señor Jesucristo, que has resucitado y estás sentado a la derecha del Padre, ayúdanos a buscar los bienes del cielo y a no poner nuestro corazón en las cosas de la tierra. Que, muertos al pecado por el bautismo, vivamos la vida nueva que está escondida contigo en Dios. Danos la fuerza para hacer morir en nosotros todo lo terrenal y para revestirnos cada día del hombre nuevo, renovado a tu imagen. Que en nosotros no haya más división, sino que Tú, Cristo, lo seas todo en todos. Amén.