Salmo 111(110), 7-10
"Los Preceptos del Señor: Verdad, Justicia y Sabiduría"
“7 Las obras de sus manos son verdad y justicia, todos sus preceptos son irrevocables, 8 establecidos para siempre, cumplidos con lealtad y rectitud. 9 Él envió la redención a su pueblo, estableció su alianza para siempre: su Nombre es santo y temible. 10 El principio de la sabiduría es el temor del Señor: son prudentes los que lo practican. ¡Su alabanza permanece para siempre!”
Contexto
El Salmo 111 es un himno acróstico de alabanza que celebra las grandes obras de Dios y su carácter justo. La primera parte del salmo (vv. 1-6) se ha centrado en la grandeza de las obras de Dios en la historia de la salvación (el Éxodo, la provisión de alimento, la entrega de la tierra). Ahora, en esta sección final, el salmista se enfoca en la naturaleza de los "preceptos" o mandamientos de Dios, los cuales son una extensión de su propio carácter. El salmo culmina con una máxima sapiencial clásica: el "temor del Señor" es el principio de la sabiduría.
Tema Central
El tema central es la fiabilidad y la santidad de los mandamientos de Dios, que son un reflejo de sus obras, basadas en la verdad y la justicia. Estos preceptos son eternos y firmes. El salmo conecta esta revelación de la voluntad de Dios con su obra de redención y su alianza eterna. La conclusión es que la verdadera sabiduría y prudencia consisten en vivir en el "temor del Señor", es decir, en una reverencia amorosa que se traduce en la práctica de sus mandamientos, lo cual conduce a una alabanza que no tiene fin.
Aplicación a nuestra actualidad
Estos versículos nos ofrecen una base sólida para nuestra vida moral y espiritual:
La Coherencia de Dios: "Las obras de sus manos son verdad y justicia, todos sus preceptos son irrevocables". Hay una perfecta coherencia entre lo que Dios hace y lo que Dios manda. Sus mandamientos no son reglas arbitrarias, sino una expresión de su propio ser justo y verdadero. Porque Él es justo, sus mandamientos nos guían por el camino de la justicia.
La Firmeza de la Ley de Dios: Sus preceptos son "irrevocables, establecidos para siempre". En un mundo donde los valores y las normas morales a menudo parecen relativos o cambiantes, la Palabra de Dios nos ofrece un fundamento firme, una roca sobre la cual construir nuestra vida. Su verdad no pasa de moda.
La Redención y la Alianza: "Él envió la redención a su pueblo, estableció su alianza para siempre...". Los mandamientos no nos son dados en un vacío. Son parte de una alianza, de una relación de amor que Dios ha iniciado con nosotros a través de su obra de "redención". Para los cristianos, esta redención es la de Jesucristo. La ley de Dios no es una imposición a extraños, sino la guía de vida para los hijos que han sido rescatados.
El Principio de la Sabiduría: "El principio de la sabiduría es el temor del Señor...". Esta es una de las afirmaciones centrales de la literatura sapiencial de la Biblia. La verdadera sabiduría no comienza con la acumulación de conocimientos, sino con una actitud correcta ante Dios: el "temor del Señor". No es un miedo servil, sino un profundo respeto, una reverencia amorosa, un asombro ante su santidad que nos lleva a querer vivir en sintonía con su voluntad.
La Prudencia está en la Práctica: "...son prudentes los que lo practican". La sabiduría no es teórica, es práctica. La verdadera prudencia no consiste en saber lo que es correcto, sino en hacerlo. La obediencia a los mandamientos de Dios es el acto más sabio y prudente que podemos realizar.
La Alabanza Eterna como Fin: "¡Su alabanza permanece para siempre!". Una vida de sabiduría y obediencia a Dios culmina naturalmente en una alabanza que no tiene fin.
Este pasaje nos invita a ver los mandamientos de Dios no como una carga, sino como un don, un reflejo de su carácter justo y verdadero, y una guía segura para una vida sabia y prudente. Nos llama a fundamentar nuestra vida en el "temor del Señor", esa actitud de reverencia y amor que es el principio de toda verdadera sabiduría y que nos conduce a una alabanza eterna.
Preguntas para la reflexión
¿Veo los mandamientos de Dios como "irrevocables" y "establecidos para siempre", una guía segura para mi vida, o tiendo a relativizarlos según mis conveniencias?
¿Entiendo los mandamientos de Dios en el contexto de su "alianza" de amor y de la "redención" que ha obrado por mí, o los veo como un código de leyes frío?
¿Qué significa para mí hoy vivir en el "temor del Señor"? ¿Es una actitud de reverencia que me acerca a Él o un miedo que me aleja?
¿Mi vida de fe es más teórica o práctica? ¿Busco ser "prudente" no solo conociendo la voluntad de Dios, sino "practicándola"?
¿Mi búsqueda de la sabiduría me lleva a una mayor alabanza a Dios, reconociendo que Él es la fuente de toda verdad?
Oración
Señor, Dios nuestro, tus obras son verdad y justicia, y tus preceptos, irrevocables. Te damos gracias porque nos has redimido y has establecido con nosotros una alianza eterna. Tu Nombre es santo y temible. Concédenos el principio de la sabiduría, que es el temor reverente a Ti, para que, practicando tus mandamientos, seamos prudentes y caminemos en tus sendas de lealtad y rectitud. Que nuestra vida sea una alabanza que permanezca para siempre. Amén.