Lucas 6,37-42
"No Juzguen, Den con Generosidad: La Medida del Corazón"
“37 No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados. 38 Den y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la medida que usen para los demás, será usada para ustedes». 39 Les hizo también esta comparación: «¿Puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en un pozo? 40 El discípulo no es superior a su maestro; cuando el discípulo llegue a ser perfecto, será como su maestro. 41 ¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo? 42 ¿Cómo puedes decir a tu hermano: “Hermano, deja que te saque la paja de tu ojo”, tú, que no ves la viga que tienes en el tuyo? ¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano.”
Contexto
Este pasaje forma parte del "Sermón de la Llanura" en el Evangelio de Lucas. Jesús acaba de dar su enseñanza radical sobre el amor a los enemigos y la necesidad de ser misericordiosos como el Padre celestial (Lucas 6,27-36). Ahora, continúa esta instrucción con una serie de preceptos prácticos que son una consecuencia directa de esa misericordia: no juzgar, perdonar, y dar con generosidad. Concluye con las parábolas del ciego que guía a otro ciego y la de la viga y la paja, para advertir sobre la hipocresía y la necesidad de autoexamen.
Tema Central
El tema central es la misericordia activa como rasgo distintivo del discípulo. Esta misericordia se manifiesta en tres áreas: 1) En el juicio: abstenerse de juzgar y condenar, y estar siempre dispuesto a perdonar. 2) En el dar: practicar una generosidad desbordante y sin cálculos. 3) En la autoevaluación: aplicar estas normas primero a uno mismo, reconociendo la propia ceguera y los propios grandes defectos ("viga") antes de pretender guiar o corregir a otros. Jesús establece un principio de reciprocidad divina: la medida que usemos con los demás (en el juicio, el perdón y el dar) será la medida que Dios use con nosotros.
Aplicación a nuestra actualidad
Las enseñanzas de Jesús aquí son una guía fundamental para nuestras relaciones interpersonales y para nuestra autenticidad espiritual:
Misericordia en el Juicio: "No juzguen... no condenen... perdonen...". Jesús nos llama a suspender nuestro juicio condenatorio sobre los demás. No se trata de no discernir entre el bien y el mal, sino de no usurpar el lugar de Dios como juez del corazón de la otra persona. La actitud por defecto del discípulo debe ser la del perdón.
Generosidad Desbordante: "Den y se les dará... una buena medida, apretada, sacudida y desbordante". La imagen es la de un vendedor de grano que no solo llena la medida, sino que la aprieta y la sacude para que quepa más, y aun así rebosa. Así de generoso es Dios con quien es generoso. Es una invitación a dar sin miedo, sin mezquindad, confiando en la generosidad superabundante de Dios.
El Principio de la Medida: "La medida que usen para los demás, será usada para ustedes". Esta es una ley espiritual solemne. Si nuestra medida para los demás es la crítica, la condena, la tacañería, esa será la medida que recibiremos. Si nuestra medida es la misericordia, el perdón y la generosidad, esa será la medida con la que Dios nos tratará. Somos nosotros quienes elegimos "la medida".
Humildad ante la Propia Ceguera: "¿Puede un ciego guiar a otro ciego?". Antes de pretender guiar o corregir a otros, debemos preguntarnos por nuestra propia ceguera, por nuestros propios puntos ciegos espirituales. "El discípulo no es superior a su maestro": solo siguiendo a Jesús, el verdadero Maestro, podemos aspirar a ser guías que ven.
El Autoexamen es lo Primero: "¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu ojo...". La parábola de la viga y la paja es una llamada radical al autoexamen. Es mucho más fácil ver los pequeños defectos de los demás ("paja") que reconocer nuestros propios grandes pecados y prejuicios ("viga"). Jesús nos manda invertir el proceso: la energía que gastamos en criticar a otros debemos dedicarla primero a nuestra propia conversión. Solo desde la humildad de quien ha luchado con su propia "viga" se puede ofrecer una ayuda verdadera y compasiva al hermano.
Este pasaje es una llamada a vivir desde un corazón misericordioso como el del Padre. Nos desafía a ser generosos en nuestro perdón y en nuestro dar, y a ser rigurosos en nuestro autoexamen y humildes en nuestra autocorrección, como condición indispensable para poder relacionarnos de manera sana y santa con nuestros hermanos.
Preguntas para la reflexión
¿Cuál es la "medida" que suelo usar con los demás en mis pensamientos y juicios? ¿Es una medida apretada y crítica, o una desbordante de misericordia?
¿Cómo puedo cultivar una mayor generosidad en mi vida, confiando en la promesa de Jesús de que "se me dará una buena medida, apretada, sacudida y desbordante"?
¿Cuáles son mis "puntos ciegos" espirituales? ¿Pido a Dios y a otros que me ayuden a verlos para no ser un "ciego que guía a otro ciego"?
¿Cuáles son las "vigas" en mi propio ojo (pecados recurrentes, prejuicios, actitudes) que necesito "sacar" antes de preocuparme por las "pajas" de los demás?
¿Cómo puedo practicar la corrección fraterna de una manera que nazca de la humildad y el amor, y no de la hipocresía que Jesús denuncia?
Oración
Señor Jesús, que nos llamas a ser misericordiosos como el Padre. Líbranos de la tentación de juzgar y condenar a nuestros hermanos. Danos un corazón generoso que sepa dar sin medida, confiando en tu promesa. Sáca la viga de nuestro ojo para que podamos ver con claridad, y no permitas que, en nuestra ceguera, pretendamos guiar a otros. Que, perdonando, seamos perdonados, y que toda nuestra vida sea un reflejo de tu amor compasivo. Amén.