Salmo 113(112), 1-7
"Alaben al Señor: El Dios Sublime que Exalta al Humilde"
“1 ¡Aleluya! ¡Alaben, servidores del Señor, alaben el Nombre del Señor! 2 Bendito sea el Nombre del Señor, desde ahora y para siempre. 3 Desde la salida del sol hasta su ocaso, sea alabado el Nombre del Señor. 4 El Señor está sobre todas las naciones, su gloria se eleva sobre el cielo. 5 ¿Quién es como el Señor, nuestro Dios, que tiene su morada en las alturas, 6 y se inclina para contemplar el cielo y la tierra? 7 Él levanta del polvo al desvalido, alza al pobre de la miseria.”
Contexto
El Salmo 113 es el primer salmo de la colección conocida como el "Halel Egipcio" (Salmos 113-118), que se recitaba en las grandes fiestas de Israel, especialmente en la Pascua. Es un himno de alabanza que comienza con una triple invitación a los "servidores del Señor" a alabar. El salmo celebra dos características aparentemente contradictorias de Dios: su infinita trascendencia y su condescendencia misericordiosa hacia los más pequeños y necesitados.
Tema Central
El tema central es la alabanza universal y perpetua al Nombre del Señor, fundamentada en su grandeza incomparable y en su sorprendente acción de "inclinarse" desde su sublime morada para exaltar a los humildes. Se establece un poderoso contraste entre la majestad de Dios, que está por encima de todo, y su compasión activa, que levanta al desvalido y al pobre de su miseria.
Aplicación a nuestra actualidad
Este salmo nos ofrece un retrato de Dios que debe modelar nuestra oración y nuestra visión del mundo:
La Alabanza como Vocación Universal y Perpetua: "Alaben el Nombre del Señor... desde ahora y para siempre. Desde la salida del sol hasta su ocaso...". La alabanza no es una actividad opcional ni limitada a un momento o lugar. Es la vocación de todo "servidor del Señor", en todo tiempo y en todo lugar. Nos llama a que toda nuestra vida, de la mañana a la noche, sea una alabanza a Dios.
La Trascendencia de Dios: "El Señor está sobre todas las naciones, su gloria se eleva sobre el cielo. ¿Quién es como el Señor, nuestro Dios, que tiene su morada en las alturas...?". El salmo nos invita primero a contemplar la grandeza inalcanzable de Dios. Él está por encima de todos los poderes de la tierra, su gloria supera todo lo creado. Esta contemplación nos llena de asombro y nos pone en nuestro verdadero lugar de criaturas humildes.
La Condescendencia de Dios: "...y se inclina para contemplar el cielo y la tierra". Este es el movimiento sorprendente. El Dios sublime no permanece en su altura distante, sino que "se inclina", se abaja por amor para mirar su creación. Para los cristianos, este "inclinarse" de Dios alcanza su máxima expresión en la Encarnación, cuando el Hijo de Dios se abajó hasta hacerse uno de nosotros.
La Opción Preferencial por los Humildes: "¿Y qué es lo que ve este Dios que se inclina? Ve a los más pequeños y actúa en su favor. "Él levanta del polvo al desvalido, alza al pobre de la miseria...". El poder de Dios se manifiesta de manera privilegiada en la exaltación de los humildes, de los que no tienen poder ni estatus a los ojos del mundo. El Magníficat de María (Lucas 1,46-55) es un eco perfecto de este salmo.
Un Modelo para Nuestra Propia Vida: Si Dios, el Altísimo, se inclina para levantar al pobre, nosotros estamos llamados a imitar esta condescendencia. Nuestra propia "grandeza" o los dones que hayamos recibido no son para la autosatisfacción, sino para "inclinarnos" hacia nuestros hermanos más necesitados y ayudar a "levantarlos".
Este salmo es una invitación a una alabanza que nace de la contemplación de la paradoja del corazón de Dios: es infinitamente grande y, precisamente por eso, infinitamente cercano a los más pequeños. Es un canto de esperanza para todos los que se sienten desvalidos o en la miseria, asegurándoles que el Dios del universo se inclina para mirarlos y levantarlos.
Preguntas para la reflexión
¿De qué manera puedo hacer de mi día, "desde la salida del sol hasta su ocaso", una alabanza más constante al Nombre del Señor?
¿Me detengo a veces a contemplar la "grandeza" y la "trascendencia" de Dios para que mi corazón se llene de asombro y reverencia?
¿Cómo me consuela o me interpela la imagen de un Dios que "se inclina" para mirarme a mí y a la realidad del mundo?
¿En quiénes puedo yo ver hoy a los "desvalidos" y a los "pobres" a quienes Dios quiere "levantar"? ¿Cómo puedo ser yo un instrumento de esa acción de Dios?
Al reconocer la opción de Dios por los humildes, ¿cómo me desafía esto a examinar mi propia actitud hacia los pobres y marginados y a cultivar la virtud de la humildad?
Oración
¡Aleluya! Alabamos, servidores del Señor, tu santo Nombre. Bendito seas desde ahora y para siempre. Desde la salida del sol hasta su ocaso, alabado seas, Señor. Tú que tienes tu morada en las alturas, te bendecimos por tu grandeza. Y te damos gracias porque te inclinas para contemplarnos y porque levantas del polvo al desvalido y alzas al pobre de la miseria. Que, imitando tu condescendencia, sepamos también nosotros inclinarnos para servir a nuestros hermanos. Amén.