Lucas 7, 31-35
"Los Niños Caprichosos: El Rechazo a la Sabiduría de Dios"
“31 «¿Con quién puedo comparar a los hombres de esta generación? ¿A quién se parecen? 32 Se parecen a esos niños que se sientan en la plaza y se gritan unos a otros: “¡Les tocamos la flauta, y ustedes no bailaron! ¡Entonamos cantos fúnebres, y ustedes no lloraron!”. 33 Porque llegó Juan el Bautista, que no come pan ni bebe vino, y ustedes dicen: “¡Ha perdido la cabeza!”. 34 Llegó el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: “¡Es un glotón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores!”. 35 Pero la Sabiduría ha sido reconocida como justa por todos sus hijos».”
Contexto
Este pasaje del Evangelio de Lucas se encuentra después de que Jesús ha elogiado a Juan el Bautista como el más grande de los profetas y ha lamentado que "los fariseos y los doctores de la Ley, al no hacerse bautizar por él, anularon el designio de Dios para con ellos" (Lucas 7,30). Jesús, por tanto, está reflexionando sobre la incredulidad y la cerrazón de corazón de los líderes religiosos de su tiempo. Utiliza una breve pero incisiva parábola, la de los niños en la plaza, para describir su actitud caprichosa y su rechazo a las diferentes maneras en que Dios se les ha manifestado.
Tema Central
El tema central es el rechazo obstinado y caprichoso de "esta generación" (especialmente de sus líderes) a las diversas invitaciones de Dios. No importa cómo Dios se les presente –ya sea a través del ascetismo riguroso de Juan el Bautista o de la libertad misericordiosa de Jesús–, siempre encuentran una excusa para no responder. Son como niños insatisfechos a los que ningún juego les complace. Jesús concluye, sin embargo, que la "Sabiduría de Dios" (encarnada en Juan y, sobre todo, en Él mismo) es finalmente justificada o reconocida por sus "hijos", es decir, por aquellos que sí la acogen con un corazón abierto.
Aplicación a nuestra actualidad
La parábola de los niños caprichosos es un espejo en el que podemos ver reflejadas muchas de nuestras propias resistencias a la gracia de Dios:
La Incoherencia en la Crítica: La gente criticaba a Juan por ser demasiado ascético ("¡Ha perdido la cabeza!") y a Jesús por ser demasiado sociable ("¡Es un glotón y un borracho...!"). Esto revela que el problema no estaba en el mensajero, sino en el corazón del oyente, que no quería convertirse. A menudo, nosotros también buscamos excusas para no comprometernos con la fe: si un sacerdote es muy riguroso, lo criticamos; si es muy cercano, también. Si la Iglesia nos pide sacrificio, nos quejamos; si nos habla de alegría, la acusamos de superficial. La parábola nos invita a examinar si nuestras críticas a la Iglesia o a sus ministros son legítimas o si son, en realidad, un pretexto para nuestra propia falta de conversión.
El Capricho Espiritual: "¡Les tocamos la flauta, y ustedes no bailaron! ¡Entonamos cantos fúnebres, y ustedes no lloraron!". Queremos un Dios a nuestra medida, que se adapte a nuestro estado de ánimo. Si estamos de humor para la fiesta, queremos un Dios que baile con nosotros. Si estamos de humor para la penitencia, queremos un Dios sombrío. Nos cuesta aceptar que Dios es libre y se manifiesta como Él quiere, no como nosotros dictamos.
Las Múltiples Formas de la Sabiduría de Dios: Dios envió a Juan con un estilo y a Jesús con otro, completamente diferente. Ambos eran auténticos mensajeros de Dios. Esto nos enseña que la santidad y la verdad de Dios se pueden manifestar de muchas maneras. Debemos estar abiertos a los diversos carismas y espiritualidades dentro de la Iglesia, sin pretender que todos se ajusten a nuestro propio "molde".
Ser "Hijos de la Sabiduría": "Pero la Sabiduría ha sido reconocida como justa por todos sus hijos". A pesar del rechazo generalizado, siempre hay un "resto", un grupo de personas que, con un corazón abierto y humilde, son capaces de reconocer la acción de Dios, ya sea en la austeridad de Juan o en la misericordia de Jesús. Estamos llamados a ser de este grupo, a ser "hijos de la Sabiduría", aquellos que saben discernir y acoger la verdad de Dios sin importar el "estilo" con el que se presente.
Este pasaje es una poderosa llamada al autoexamen y a la madurez espiritual. Nos desafía a superar nuestra actitud de "niños caprichosos" que siempre encuentran una excusa para no "jugar", y a convertirnos en "hijos de la Sabiduría" que acogen con gratitud y obediencia las diversas invitaciones de Dios, ya sea a la penitencia o a la fiesta.
Preguntas para la reflexión
¿Hay críticas que hago a la Iglesia, a sus líderes o a otros creyentes que, en el fondo, pueden ser una excusa para justificar mi propia falta de compromiso?
¿Quiero yo un Dios "a mi medida", que se adapte a mis estados de ánimo y a mis conveniencias, o estoy abierto/a a que Él me sorprenda y me desafíe?
¿Valoro y respeto las diferentes formas de santidad y de espiritualidad en la Iglesia, o tiendo a pensar que mi "estilo" es el único o el mejor?
¿Qué necesito hacer para convertirme en un verdadero "hijo/a de la Sabiduría", capaz de discernir y acoger la acción de Dios en mi vida, sin importar cómo se presente?
¿Cuándo me ha invitado Dios a "bailar" y no he querido, y cuándo me ha invitado a "llorar" (a la penitencia) y tampoco he querido?
Oración
Señor Jesús, Sabiduría del Padre, líbranos de la actitud caprichosa de los niños en la plaza, que nunca están satisfechos. No permitas que pongamos excusas para no responder a tu llamada, ya sea a la conversión o a la alegría. Abre nuestros oídos y nuestro corazón para que sepamos reconocerte tanto en el ascetismo de Juan como en tu misericordia festiva. Que seamos contados entre los hijos de la Sabiduría, que te acogen y te siguen con un corazón sincero. Amén.