Joel 1,13-15; 2,1-2
"El Día del Señor se Avecina: Llamada al Duelo y a la Alarma en Sión"
“1,13 ¡Cíñanse de cilicio y laméntense, sacerdotes! ¡Giman, servidores del altar! ¡Vengan, pasen la noche vestidos de sayal, ministros de mi Dios! Porque la ofrenda y la libación han sido retiradas de la Casa de su Dios. 14 Promulguen un ayuno, convoquen a una asamblea solemne, congreguen a los ancianos y a todos los habitantes del país, en la Casa del Señor, su Dios, y clamen al Señor: 15 «¡Ay de ese día! Porque el Día del Señor está cerca, llega como una devastación del Todopoderoso»...
2,1 ¡Toquen la trompeta en Sión, den la alarma en mi santa Montaña! ¡Tiemblen todos los habitantes del país, porque llega el Día del Señor, porque está cerca! 2 Es un día de tinieblas y de oscuridad, un día nublado y de sombríos nubarrones. Como la aurora que se extiende sobre las montañas, avanza un pueblo innumerable y temible, como no lo hubo jamás ni lo habrá después de él, por los siglos de los siglos.”
Contexto
El libro del profeta Joel probablemente fue escrito después del exilio de Babilonia. Comienza con la descripción de una plaga de langostas devastadora y una sequía terrible, que han arrasado el país. El profeta interpreta este desastre natural no como una simple calamidad, sino como un signo precursor del "Día del Señor", un día de juicio inminente y terrible. En este contexto de crisis, el pasaje seleccionado es una llamada urgente a la penitencia y a la oración.
Tema Central
El tema central es una llamada apremiante a la penitencia comunitaria ante la inminencia del Día del Señor. El profeta se dirige primero a los líderes religiosos (sacerdotes), instándolos a liderar al pueblo en el duelo y el ayuno. El "Día del Señor" es descrito con imágenes aterradoras: como una "devastación", un "día de tinieblas", y la llegada de un "pueblo innumerable y temible" (que puede ser una descripción poética de las langostas o de un ejército invasor, ambos instrumentos del juicio de Dios). La única respuesta adecuada ante esta amenaza es la conversión, la oración y el ayuno.
Aplicación a nuestra actualidad
Aunque el lenguaje apocalíptico de Joel puede parecer lejano, su mensaje sobre la necesidad de vigilancia y conversión es perenne, especialmente en tiempos de crisis:
Una Llamada a los Líderes Espirituales: "¡Cíñanse de cilicio... sacerdotes! ¡Giman, servidores del altar!...". El profeta pone la responsabilidad primaria en los líderes espirituales. Ellos deben ser los primeros en reconocer la gravedad del momento y en guiar al pueblo por el camino de la penitencia. Es un llamado a todos los que tienen una responsabilidad pastoral a no ser complacientes, sino a ser centinelas que alertan del peligro y convocan a la conversión.
La Necesidad de la Penitencia Comunitaria: "Promulguen un ayuno, convoquen a una asamblea solemne, congreguen a los ancianos y a todos los habitantes...". La respuesta a la crisis no es individualista, sino comunitaria. El ayuno, la asamblea, el clamor conjunto a Dios... son expresiones de un pueblo que se reconoce pecador y necesitado de la misericordia divina. Tiempos litúrgicos como la Cuaresma son una herencia directa de este espíritu.
Interpretar los "Signos de los Tiempos": Joel interpreta un desastre natural como un signo del "Día del Señor". También nosotros estamos llamados a leer los "signos de los tiempos" –las crisis ecológicas, las guerras, las pandemias, las injusticias sociales– no solo desde una perspectiva secular, sino también con ojos de fe, como una llamada de Dios a la conversión y a reexaminar nuestras prioridades.
La Urgencia del "Día del Señor": "...el Día del Señor está cerca... ¡llega el Día del Señor, porque está cerca!". La proclamación profética siempre tiene un sentido de urgencia. No podemos posponer nuestra conversión. "Hoy" es el día de volver a Dios. El "Día del Señor" se refiere al fin de los tiempos, pero también a cada "día" de juicio y de gracia en nuestra propia vida.
La Alarma que Despierta: "¡Toquen la trompeta en Sión, den la alarma en mi santa Montaña!". La trompeta era el instrumento para convocar al pueblo, para advertir de un peligro o para anunciar una fiesta. La voz del profeta (y de la Iglesia) debe ser como una trompeta que nos despierte de nuestra apatía y de nuestra falsa seguridad, y nos llame a la vigilancia.
Este pasaje es una llamada de atención radical. Nos sacude de nuestra complacencia y nos recuerda la seriedad de la vida y la necesidad de una conversión constante. Nos invita a unirnos como comunidad en la penitencia y la oración, a leer los signos de nuestro tiempo, y a estar siempre vigilantes, porque el "Día del Señor" está siempre cerca.
Preguntas para la reflexión
¿De qué manera puedo yo hoy, en mi propio ámbito, ser un "sacerdote" que se viste de cilicio, es decir, que toma en serio la necesidad de penitencia por mis propios pecados y los de mi comunidad?
¿Qué "desastres" o "crisis" en el mundo actual me están llamando a una reflexión más profunda y a una conversión, como la plaga de langostas a los contemporáneos de Joel?
¿Mi vida espiritual tiene un sentido de "urgencia", una conciencia de que "el Día del Señor está cerca", o vivo en una complacencia que pospone indefinidamente mi conversión?
¿Qué "trompeta" o "alarma" necesito escuchar hoy para despertar de mi somnolencia espiritual?
¿Valoro y participo en las prácticas penitenciales comunitarias (como la Cuaresma) como una oportunidad para clamar a Dios junto con todo el pueblo?
Oración
Señor, Dios todopoderoso, que por tu profeta Joel nos llamas a la conversión ante la cercanía de tu Día. Toca la trompeta en nuestros corazones para despertarnos de nuestra apatía. Convócanos a la asamblea de tu pueblo para que, con ayuno y lamento, clamemos a Ti. No permitas que nos acostumbremos a las tinieblas, sino que, vigilantes y convertidos, esperemos la venida de tu Hijo, Jesucristo, el Sol de justicia. Amén.