Lucas 8,1-3
"Discípulas en Misión: Las Mujeres que Servían a Jesús con sus Bienes"
“1 Después de esto, Jesús recorría las ciudades y los pueblos, predicando y anunciando la Buena Noticia del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce 2 y también algunas mujeres que habían sido sanadas de malos espíritus y de enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; 3 Juana, mujer de Cusa, intendente de Herodes; Susana y muchas otras, que los ayudaban con sus bienes.”
Contexto
Este breve pero muy significativo pasaje del Evangelio de Lucas actúa como un sumario que describe el estilo del ministerio itinerante de Jesús por Galilea. Justo antes, Lucas ha narrado la historia de la pecadora perdonada en casa de Simón el fariseo (Lucas 7,36-50), destacando la figura de una mujer agradecida. Ahora, Lucas presenta de manera explícita la composición del grupo que seguía a Jesús: no solo los Doce Apóstoles, sino también un grupo de mujeres discípulas, de las cuales nombra a tres.
Tema Central
El tema central es la descripción del grupo de discípulos que acompañaban a Jesús en su misión, destacando de manera revolucionaria la presencia activa y el papel fundamental de un grupo de mujeres. Estas mujeres, habiendo sido beneficiarias de la sanación y liberación de Jesús, se convierten en discípulas itinerantes que lo siguen y lo "ayudan" (o "servían", diakoneo en griego) con sus propios recursos económicos.
Aplicación a nuestra actualidad
Este pequeño pasaje es de una enorme importancia y nos ofrece varias lecciones clave:
La Misión en Movimiento: "Jesús recorría las ciudades y los pueblos, predicando y anunciando...". El ministerio de Jesús no es estático, sino itinerante. El Evangelio debe estar en movimiento, saliendo al encuentro de la gente donde esta se encuentra.
Un Discipulado Inclusivo y Revolucionario: En la sociedad judía del siglo I, era muy inusual, e incluso escandaloso, que un maestro itinerante fuera acompañado por un grupo de mujeres. Al incluir a estas mujeres en su séquito más cercano, Jesús rompe con las convenciones sociales y religiosas de su tiempo, mostrando que en el Reino de Dios no hay distinciones de género para el discipulado.
La Sanación que Lleva al Discipulado: Lucas subraya que estas mujeres habían sido "sanadas de malos espíritus y de enfermedades". Su seguimiento no nace de una idea abstracta, sino de una experiencia personal y transformadora de la gracia y el poder de Jesús. La gratitud por la sanación recibida es el motor de su compromiso. También para nosotros, cuanto más conscientes somos de cómo Jesús nos ha sanado y liberado, más fuerte se hace nuestro deseo de seguirlo y servirlo.
Mujeres como Mecenas de la Misión: "Que los ayudaban con sus bienes". Estas mujeres no eran seguidoras pasivas; eran protagonistas activas de la misión. Su contribución económica era la que sostenía materialmente a Jesús y a los Doce. Lucas nos muestra una diversidad social notable en este grupo: desde María Magdalena (de quien no se especifica su estatus social) hasta Juana, la "mujer de Cusa, intendente de Herodes", una mujer de la alta sociedad. Esto nos enseña que todos, desde cualquier condición social, estamos llamados a sostener la misión de la Iglesia con nuestros "bienes" (tiempo, talento, tesoro).
El Diaconado Femenino en sus Orígenes: El verbo usado para "ayudaban" es diakoneo, la misma raíz de la palabra "diácono". Estas mujeres son, en efecto, las primeras diaconisas, ejerciendo un ministerio fundamental de servicio y apoyo que hizo posible la predicación del Evangelio. Son un modelo para todo ministerio de servicio en la Iglesia.
Este pasaje es una ventana preciosa a la vida íntima del grupo de Jesús. Nos revela un Señor que valora y dignifica a la mujer de una manera radicalmente nueva para su tiempo, y nos muestra cómo la experiencia de la salvación lleva a un compromiso generoso y a una participación activa en la misión evangelizadora. Es un llamado a reconocer y a potenciar el papel indispensable de la mujer en la vida y la misión de la Iglesia.
Preguntas para la reflexión
¿De qué "malos espíritus" o "enfermedades" (espirituales, emocionales) me ha sanado Jesús a mí? ¿Esta experiencia de sanación me ha llevado a un seguimiento más comprometido?
¿De qué manera estoy yo "ayudando con mis bienes" (mi tiempo, mis talentos, mis recursos económicos) a la misión de la Iglesia y al sostenimiento de sus ministros?
¿Valoro y reconozco el papel fundamental de las mujeres en la vida y la misión de mi comunidad de fe, como lo hizo Jesús?
¿Soy consciente de que, al seguir a Jesús, estoy llamado/a a romper con las "convenciones sociales" injustas o excluyentes de mi tiempo?
¿Qué me enseña la diversidad del grupo que seguía a Jesús (hombres, mujeres, de distintas clases sociales) sobre la naturaleza inclusiva de la comunidad que Él quiere construir?
Oración
Señor Jesús, que recorriste ciudades y pueblos anunciando la Buena Noticia del Reino. Te damos gracias porque en tu seguimiento no hay distinción, y llamaste a hombres y mujeres a caminar contigo. Que, como las santas mujeres del Evangelio, al experimentar tu sanación y tu liberación, te sigamos con un corazón agradecido y te sirvamos generosamente con nuestros bienes. Ayúdanos a construir una Iglesia donde todos, sin excepción, se sientan llamados y valorados en la misión. Amén.