Salmo 113(112), 1-2, 4-8
"Alaben al Señor: El Dios Sublime que se Inclina para Exaltar al Humilde"
“1 ¡Aleluya! ¡Alaben, servidores del Señor, alaben el Nombre del Señor! 2 Bendito sea el Nombre del Señor, desde ahora y para siempre... 4 El Señor está sobre todas las naciones, su gloria se eleva sobre el cielo. 5 ¿Quién es como el Señor, nuestro Dios, que tiene su morada en las alturas, 6 y se inclina para contemplar el cielo y la tierra? 7 Él levanta del polvo al desvalido, alza al pobre de la miseria, 8 para hacerlo sentar entre los príncipes, entre los príncipes de su pueblo.”
Contexto
El Salmo 113 es el salmo que abre la colección del "Halel Egipcio" (Salmos 113-118), un grupo de himnos recitados en las grandes fiestas de Israel, especialmente en la Pascua. Este salmo es una invitación a la alabanza que celebra dos aspectos fundamentales y paradójicos de Dios: su infinita grandeza y trascendencia, y su sorprendente cercanía y misericordia hacia los más pequeños y necesitados.
Tema Central
El tema central es la alabanza al Señor, motivada por la contemplación de su doble naturaleza: es un Dios sublime, cuya gloria trasciende los cielos, y al mismo tiempo es un Dios condescendiente, que "se inclina" para actuar en favor de los humildes, levantando al desvalido y al pobre a una dignidad real. La pregunta retórica "¿Quién es como el Señor, nuestro Dios?" subraya la singularidad de este Dios que une la majestad más alta con la compasión más profunda.
Aplicación a nuestra actualidad
Este salmo nos ofrece una visión de Dios que es profundamente consoladora y transformadora:
La Alabanza como Vocación: "¡Alaben, servidores del Señor, alaben el Nombre del Señor!". La alabanza es la primera y más fundamental respuesta del creyente a Dios. Ser "servidor del Señor" implica una vida de alabanza.
Contemplar la Grandeza de Dios: "El Señor está sobre todas las naciones, su gloria se eleva sobre el cielo...". El salmo nos invita primero a levantar la mirada y a contemplar la inmensa majestad de Dios. Él está por encima de todos los poderes de este mundo, de todas nuestras preocupaciones. Esta contemplación nos sitúa en nuestra justa medida como criaturas y nos llena de un temor reverencial.
El Movimiento de Condescendencia Divina: "...y se inclina para contemplar el cielo y la tierra". Este es el movimiento que revela el corazón de Dios. El Dios altísimo no es un ser distante y apático. Se "inclina", se abaja, por un interés amoroso en su creación. Para los cristianos, la máxima expresión de este "inclinarse" es la Encarnación de Jesucristo, cuando Dios se abajó hasta nuestra condición humana.
La Opción Preferencial por los Humildes: "¿Y qué hace este Dios que se inclina? "Él levanta del polvo al desvalido, alza al pobre de la miseria...". El poder de Dios no se manifiesta para oprimir, sino para liberar y exaltar a los que no tienen poder. El "polvo" y la "miseria" son lugares de humillación y desesperanza. Dios interviene para revertir esta situación. Esta es la esencia de la justicia de Dios, una justicia que restaura.
Restauración a una Dignidad Real: "...para hacerlo sentar entre los príncipes, entre los príncipes de su pueblo". La acción de Dios no es un mero asistencialismo. No solo saca al pobre de su miseria, sino que le devuelve una dignidad plena, haciéndolo partícipe de la realeza de su pueblo. Por el bautismo, también nosotros hemos sido levantados de la "miseria" del pecado y sentados con Cristo en los cielos (cf. Efesios 2,6), hechos partícipes de su dignidad real.
El Salmo 113 es un canto de esperanza para todos los que se sienten pequeños, desvalidos o insignificantes. Nos asegura que el Dios del universo se inclina para mirarnos con amor y tiene el poder de levantarnos de cualquier "polvo" o "miseria" y de devolvernos nuestra plena dignidad como hijos suyos. Es una invitación a alabar a este Dios incomparable, cuya grandeza se manifiesta de la manera más sublime en su humildad.
Preguntas para la reflexión
¿Mi alabanza a Dios incluye tanto la admiración por su "grandeza sublime" como la gratitud por su "condescendencia humilde"?
¿En qué momentos de mi vida he experimentado a este Dios que "se inclina" para mirarme en mi debilidad?
¿Cuáles son los "polvos" o las "miserias" (espirituales, emocionales, materiales) de las que necesito que Dios me "levante" hoy?
¿Soy consciente de la inmensa dignidad a la que Dios me ha llamado, la de "sentarme entre los príncipes" de su pueblo a través de mi unión con Cristo?
¿Cómo puedo yo, a imitación de Dios, "inclinarme" para ayudar a "levantar" a los desvalidos y a los pobres que encuentro en mi camino?
Oración
¡Aleluya! Alabamos, Señor, tu santo Nombre, desde ahora y para siempre. Tú, cuya gloria se eleva sobre el cielo, eres grande e incomparable. Te damos gracias porque te inclinas para contemplar nuestra pequeñez y porque levantas del polvo al desvalido y alzas al pobre de la miseria. Restaura nuestra dignidad y haznos sentar entre los príncipes de tu pueblo, para que toda nuestra vida sea una alabanza a tu Nombre. Amén