Lucas 11, 1-4
"Señor, Enséñanos a Orar: El Padre Nuestro según Lucas"
“1 Un día, Jesús estaba orando en cierto lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos». 2 Él les dijo: «Cuando oren, digan: Padre, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino; 3 danos cada día nuestro pan cotidiano; 4 perdona nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos ofende; y no nos dejes caer en la tentación».”
Contexto
Este pasaje del Evangelio de Lucas presenta su versión de la oración del Señor, el "Padre Nuestro". La ocasión surge de manera muy natural: los discípulos, al ver a Jesús orando, quedan impresionados por su intimidad con Dios y sienten el deseo de aprender a orar como Él. Le piden que les enseñe, así como otros maestros (como Juan el Bautista) enseñaban a sus propios discípulos una oración distintiva. La respuesta de Jesús es este modelo de oración, más breve y directo que la versión de Mateo (Mateo 6,9-13).
Tema Central
El tema central es la enseñanza de Jesús sobre el contenido y el espíritu de la oración cristiana. En respuesta a la petición de sus discípulos, Jesús les ofrece el "Padre Nuestro" como la oración paradigmática, que se caracteriza por: 1) Una relación filial e íntima con Dios ("Padre"). 2) Una priorización de la gloria de Dios y su plan salvífico ("santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino"). 3) Una confianza sencilla en la providencia diaria de Dios ("danos cada día..."). 4) El reconocimiento de la necesidad del perdón, tanto recibido como ofrecido. 5) La súplica humilde de protección ante la prueba.
Aplicación a nuestra actualidad
El Padre Nuestro, en su versión de Lucas, es una escuela de oración concentrada que nos enseña a reordenar nuestro corazón y nuestra relación con Dios:
La Oración Nace del Deseo y se Aprende: "Señor, enséñanos a orar". La oración no es algo que dominemos naturalmente. Nace del deseo de imitar a Jesús y requiere la humildad de pedir ser enseñados. Es un camino de aprendizaje constante.
Abba, Padre: La invocación "Padre" (Abba en arameo) es el corazón de la oración de Jesús. Nos enseña a acercarnos a Dios no con el temor de un esclavo, sino con la confianza íntima de un hijo. Esta palabra resume toda la Buena Noticia.
Las Prioridades del Reino: Las dos primeras peticiones ("tu Nombre... tu Reino") nos enseñan a orientar nuestra oración (y nuestra vida) hacia Dios. Antes de presentar nuestras necesidades, deseamos su gloria y la venida de su Reino de amor y justicia. Es un antídoto contra una oración egocéntrica.
Confianza en la Providencia Diaria: "Danos cada día nuestro pan cotidiano". La petición del "pan" se hace en presente y para el "día a día". Nos enseña a vivir con una confianza serena en la providencia de Dios para nuestras necesidades de hoy, sin la ansiedad agobiante por el mañana.
El Corazón de la Misericordia: "Perdona nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos ofende". Lucas es muy directo. La experiencia del perdón de Dios está intrínsecamente ligada a nuestra disposición a perdonar. No es una transacción ("te perdono para que me perdones"), sino una consecuencia: un corazón que ha experimentado la inmensa misericordia de Dios se vuelve incapaz de negar la misericordia a otros. El perdón es la prueba de fuego de un corazón verdaderamente convertido.
Humildad ante la Prueba: "Y no nos dejes caer en la tentación". Es el reconocimiento de nuestra fragilidad. No pedimos arrogantemente ser librados de toda prueba, sino que, en la hora de la tentación (la prueba de la fe), no seamos abandonados a nuestras propias fuerzas y caigamos. Es una súplica de protección y perseverancia.
El Padre Nuestro según Lucas es una joya de sencillez y profundidad. Es mucho más que una fórmula para repetir; es un mapa para el corazón del discípulo, que nos enseña a vivir como hijos, a anhelar el Reino, a confiar en la providencia, a ser misericordiosos y a reconocer nuestra necesidad de la ayuda de Dios para no caer.
Preguntas para la reflexión
¿Mi oración nace, como la de los discípulos, de un deseo sincero de "aprender a orar" imitando a Jesús?
¿Qué significa para mí, en la práctica, dirigirme a Dios como "Padre"? ¿Mi oración refleja esa confianza filial?
¿Mis oraciones suelen estar centradas en mis necesidades, o comienzo por desear la gloria de Dios y la venida de su Reino?
¿Cómo vivo yo la conexión entre pedir el perdón de Dios y mi propio compromiso de perdonar "a todo el que me ofende"?
¿Soy consciente de mi fragilidad ante la tentación? ¿Pido a Dios con humildad que me sostenga y no me deje caer?
Oración
Señor, enséñanos a orar. Enséñanos a decir con confianza: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino. Danos cada día nuestro pan cotidiano. Perdona nuestros pecados, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden. Y no nos dejes caer en la tentación, sino sostennos con tu gracia. Amén.