Joel 4, 12-21 (o Joel 3, 12-21 en algunas traducciones)
"El Juicio en el Valle de Josafat y la Restauración Eterna de Judá"
“12 «¡Despiértense y suban las naciones al valle de Josafat! Porque allí me sentaré para juzgar a todas las naciones de alrededor. 13 ¡Metan la hoz, porque la mies está madura; vengan a pisar, porque el lagar está lleno y las cubas desbordan: tan grande es su maldad!». 14 ¡Multitudes, multitudes, en el valle de la Decisión! Porque está cerca el Día del Señor en el valle de la Decisión. 15 El sol y la luna se oscurecen, las estrellas pierden su brillo. 16 El Señor ruge desde Sión, hace oír su voz desde Jerusalén; el cielo y la tierra se conmueven. Pero el Señor es un refugio para su pueblo, una fortaleza para los israelitas. 17 Y ustedes sabrán que yo soy el Señor, su Dios, que habito en Sión, mi santa Montaña. Jerusalén será un lugar santo, y los extranjeros no volverán a pasar por ella. 18 Aquel día, las montañas destilarán vino nuevo y las colinas manarán leche; por todas las quebradas de Judá correrán las aguas y brotará un manantial de la Casa del Señor, que regará el valle de las Acacias. 19 Egipto se convertirá en una desolación y Edóm en un desierto desolado, por la violencia que cometieron contra los hijos de Judá, cuya sangre inocente derramaron en su país. 20 Pero Judá será habitada para siempre, y Jerusalén, por todas las generaciones. 21 Yo vengaré su sangre, no la dejaré impune». ¡El Señor habita en Sión!”
Contexto
Este pasaje se encuentra en la sección final del libro del profeta Joel. Después de haber llamado al pueblo a la penitencia a causa de una plaga de langostas (cap. 1) y de haber prometido la efusión del Espíritu Santo (cap. 3 o 2), Joel ahora describe el "Día del Señor" en su dimensión de juicio universal sobre las naciones y de salvación y restauración definitiva para su pueblo, Judá y Jerusalén. El "valle de Josafat" (que significa "El Señor juzga") es el escenario simbólico de este juicio final.
Tema Central
El tema central es el juicio escatológico de Dios sobre las naciones que han oprimido a su pueblo, y la consiguiente salvación, restauración y seguridad eterna de Judá y Jerusalén. Se utilizan imágenes agrícolas (la hoz para la siega, el lagar lleno) para describir la madurez del mal de las naciones y la inminencia del juicio. En contraste con este juicio, para el pueblo de Dios, el Señor será un "refugio" y una "fortaleza". La restauración final se describe con imágenes de una fecundidad paradisíaca, una seguridad inexpugnable y la presencia permanente de Dios en Sión.
Aplicación a nuestra actualidad
La visión apocalíptica de Joel, aunque utiliza un lenguaje fuerte y nacionalista, nos ofrece verdades teológicas profundas sobre la justicia de Dios y la esperanza final:
La Certeza del Juicio Divino: "Allí me sentaré para juzgar a todas las naciones...". La historia no termina en el caos o en la victoria de la injusticia. Habrá un juicio final en el que Dios, el Juez justo, pedirá cuentas de la maldad, la opresión y la violencia. Esta certeza nos da esperanza y nos llama a la responsabilidad personal y colectiva.
El Mal Tiene un Límite: "La mies está madura... el lagar está lleno... tan grande es su maldad". Dios es paciente, pero el mal tiene un límite. Llega un momento en que la "medida" del mal se colma y la intervención de la justicia divina se hace necesaria. Esto nos consuela, sabiendo que la paciencia de Dios no es indiferencia y que la injusticia no durará para siempre.
El Señor, Refugio en la Crisis: "El cielo y la tierra se conmueven. Pero el Señor es un refugio para su pueblo...". En medio de las grandes crisis y de los "terremotos" de la historia (y de nuestra vida), cuando todo parece derrumbarse, la única seguridad verdadera es el Señor. Él es nuestra fortaleza inexpugnable.
La Santidad y la Seguridad del Pueblo de Dios: "Jerusalén será un lugar santo, y los extranjeros no volverán a pasar por ella". Para los cristianos, la "nueva Jerusalén" es la Iglesia y, en su plenitud, el Cielo. Esta es una promesa de que, al final, la comunidad de los salvados gozará de una santidad perfecta y de una seguridad total, libre de toda amenaza y de toda impureza.
La Restauración Paradisiaca: Las imágenes de montañas que destilan vino, colinas que manan leche y un manantial que brota del Templo describen una renovación total de la creación, una fecundidad y una vida en abundancia que son el don de Dios para su pueblo restaurado. Es una visión de la plenitud del Reino de Dios.
"El Señor habita en Sión": El libro termina con esta afirmación. La seguridad, la santidad y la fecundidad del pueblo se basan en un solo hecho: la presencia permanente de Dios en medio de ellos. Para nosotros, esta es la promesa cumplida en Cristo, Emanuel ("Dios con nosotros"), y en el Espíritu Santo que habita en la Iglesia.
Este pasaje es una poderosa proclamación de esperanza para todos los que sufren la opresión y la injusticia. Nos asegura que Dios es el Señor de la historia, que su juicio justo llegará, y que para aquellos que se refugian en Él, tiene preparada una salvación, una restauración y una comunión eterna llenas de vida y de paz.
Preguntas para la reflexión
Cuando veo la maldad y la injusticia en el mundo, ¿me desanimo o soy capaz de mantener la esperanza en el juicio justo de Dios?
¿Confío en que, en medio de las grandes crisis que "conmueven el cielo y la tierra", el Señor es mi "refugio" y mi "fortaleza"?
¿Qué significa para mí que la Iglesia esté llamada a ser un "lugar santo", libre de la "invasión" de los valores del mundo?
¿De qué manera la visión de una restauración paradisíaca y de una vida en abundancia alimenta mi esperanza y mi anhelo por el Reino de Dios?
¿Vivo con la conciencia y la alegría de que, en Cristo y en la Iglesia, "el Señor habita en Sión", es decir, está realmente presente en medio de nosotros?
Oración
Señor, Juez de todas las naciones, que te sientas en el valle de la Decisión. Te pedimos que no nos dejes abrumar por la maldad del mundo, sino que fortalezcas nuestra esperanza en tu justicia. Sé nuestro refugio y nuestra fortaleza cuando el cielo y la tierra se conmuevan. Haz de tu Iglesia un lugar santo, y llévanos a la plenitud de tu Reino, donde las montañas destilan la dulzura de tu gracia y tu presencia es nuestra morada eterna. Porque Tú, Señor, habitas en Sión. Amén.