Zacarías 2, 5-9, 14-15a
"Jerusalén, Ciudad sin Murallas, Morada del Señor en Medio de las Naciones"
“5 Entonces alcé los ojos y tuve una visión: vi a un hombre que tenía en la mano una cuerda de medir. 6 Yo le pregunté: «¿A dónde vas?». Él me respondió: «A medir Jerusalén, para ver cuánto tiene de ancho y de largo». 7 El ángel que hablaba conmigo se detuvo, y otro ángel le salió al encuentro 8 y le dijo: «Corre, habla a ese joven y dile: Jerusalén será una ciudad abierta, a causa de la multitud de hombres y animales que habrá dentro de ella. 9 Y yo mismo –oráculo del Señor– seré para ella una muralla de fuego a su alrededor, y seré su Gloria en medio de ella»... 14 ¡Grita de júbilo y alégrate, hija de Sión! Porque yo vengo a habitar en medio de ti –oráculo del Señor–. 15a Aquel día, muchas naciones se unirán al Señor y serán su pueblo.”
Contexto
El libro del profeta Zacarías se sitúa en el período posterior al exilio de Babilonia (finales del siglo VI a.C.). La comunidad que ha regresado a Judá es pequeña, pobre y se siente vulnerable. Están intentando reconstruir el Templo y la ciudad de Jerusalén, pero la tarea es inmensa y el desánimo es grande. Zacarías recibe una serie de ocho visiones nocturnas que son mensajes de ánimo y esperanza de parte de Dios. Este pasaje corresponde a la tercera de estas visiones.
Tema Central
El tema central es una promesa divina de una restauración de Jerusalén que superará todas las expectativas humanas. La ciudad futura será tan grande y poblada que no podrá ser contenida por murallas físicas ("una ciudad abierta"). Su verdadera protección no será de piedra, sino Dios mismo, que será una "muralla de fuego" a su alrededor, y su verdadera gloria no serán sus edificios, sino la presencia de Dios habitando "en medio de ella". Esta nueva Jerusalén tendrá una vocación universal, ya que "muchas naciones se unirán al Señor" y formarán parte de su pueblo.
Aplicación a nuestra actualidad (especialmente desde la perspectiva cristiana)
La visión de Zacarías sobre la nueva Jerusalén es una profecía que trasciende su cumplimiento histórico y apunta a la realidad de la Iglesia y del Reino de Dios:
Superar los Límites Humanos: El hombre con la "cuerda de medir" representa nuestros intentos humanos de planificar y limitar la obra de Dios según nuestras pobres capacidades. El ángel lo detiene. Dios nos dice que sus planes son mucho más grandes que los nuestros. Nos invita a no ponerle "murallas" a su gracia y a su capacidad de hacer crecer a su Iglesia.
Una Iglesia "Sin Murallas": "Jerusalén será una ciudad abierta...". Esta es una imagen poderosa para la Iglesia. No debe ser una fortaleza cerrada, temerosa del mundo, sino una "ciudad abierta", acogedora, inclusiva, capaz de dar espacio a la "multitud de hombres y animales" (una imagen de vida y diversidad) que Dios quiere atraer.
Dios, Nuestra Verdadera Protección: "Yo mismo... seré para ella una muralla de fuego...". Nuestra seguridad como creyentes y como Iglesia no reside en nuestras estructuras, nuestras defensas o nuestro poder humano, sino en la presencia protectora de Dios. Él es nuestro verdadero "muro de fuego" que nos defiende del mal.
Dios, Nuestra Verdadera Gloria: "...y seré su Gloria en medio de ella". La verdadera gloria de la Iglesia no está en sus catedrales, su arte, su historia o sus logros, sino en la presencia viva de Dios en medio de su comunidad. Cuando Dios habita en nosotros, su gloria nos ilumina.
La Presencia Íntima de Dios: "¡Grita de júbilo y alégrate... Porque yo vengo a habitar en medio de ti!". Esta es la causa última de la alegría: la inmanencia de Dios. No un Dios lejano, sino uno que viene a "habitar" entre nosotros. Para los cristianos, esto se cumple supremamente en la Encarnación de Jesús (Emanuel, "Dios con nosotros") y en la presencia del Espíritu Santo en la Iglesia y en nuestros corazones.
Una Vocación Universal: "Aquel día, muchas naciones se unirán al Señor y serán su pueblo". La visión de Zacarías es misionera y universal. El pueblo de Dios no es un club exclusivo, sino que está destinado a atraer a "muchas naciones". Esto nos recuerda la naturaleza católica (universal) de la Iglesia y nos impulsa a la evangelización.
Este pasaje es una inyección de esperanza y una llamada a la apertura. Nos desafía a dejar de lado nuestros miedos y nuestras "cuerdas de medir" para confiar en la promesa de un Dios que quiere construir una comunidad mucho más grande, abierta y gloriosa de lo que podemos imaginar, cuya única muralla y única gloria es Él mismo.
Preguntas para la reflexión
¿En qué áreas de mi vida o de mi visión de la Iglesia estoy tratando de "medir" y limitar la obra de Dios, en lugar de confiar en su plan expansivo?
¿Cómo puedo yo contribuir a que mi comunidad de fe sea una "ciudad abierta", más acogedora y sin murallas para los que están fuera?
¿En qué pongo mi seguridad? ¿En "murallas" humanas (dinero, estatus, control) o en la confianza de que Dios es mi "muralla de fuego"?
¿Busco la "gloria" en las cosas del mundo, o reconozco que la única y verdadera gloria es la presencia de Dios en medio de nosotros?
¿Mi vida de fe refleja la alegría de saber que Dios "habita en medio de mí"? ¿Y cómo participo en la misión de invitar a "muchas naciones" a unirse al Señor?
Oración
Señor, que prometiste a tu pueblo una ciudad sin murallas, protegida por tu fuego y glorificada por tu presencia. Libéranos de nuestros miedos y de nuestras pobres medidas. Haz de tu Iglesia una comunidad abierta y acogedora, donde todas las naciones puedan encontrarte. Sé Tú, Señor, nuestra única muralla y nuestra única gloria. Ven a habitar en medio de nosotros, para que nuestro corazón se llene de júbilo y de alegría. Amén.