1 Timoteo 6,11-16
"El Buen Combate de la Fe: Un Mandato para el Hombre de Dios"
“11 Tú, en cambio, hombre de Dios, huye de todo esto. Practica la justicia, la piedad, la fe, el amor, la constancia, la mansedumbre. 12 Pelea el buen combate de la fe, conquista la Vida eterna a la que has sido llamado y por la que hiciste tu hermosa profesión de fe delante de muchos testigos. 13 En la presencia de Dios, que da vida a todas las cosas, y de Cristo Jesús, que dio tan admirable testimonio ante Poncio Pilato, 14 te ordeno que conserves el Mandamiento sin mancha ni reproche, hasta la Manifestación de nuestro Señor Jesucristo. 15 Esta Manifestación la hará aparecer a su debido tiempo el bienaventurado y único Soberano, el Rey de los reyes y Señor de los señores, 16 el único que posee la inmortalidad y habita en una luz inaccesible, a quien ningún hombre vio ni puede ver. ¡A él, honor y poder eterno! Amén.”
Contexto
Este pasaje se encuentra en la sección final de la Primera Carta a Timoteo. San Pablo acaba de hacer una dura advertencia contra los falsos maestros y, especialmente, contra el "amor al dinero", que es "la raíz de todos los males" (1 Timoteo 6,10). Ahora, en un contraste directo, Pablo se dirige a Timoteo con el honorable título de "hombre de Dios" y le da una serie de exhortaciones apremiantes sobre cómo debe vivir y perseverar en su ministerio.
Tema Central
El tema central es una exhortación solemne y personal a Timoteo a vivir una vida de virtud cristiana y a perseverar en la fe como un "buen combate". Este mandato se fundamenta en la vocación a la que ha sido llamado, en el ejemplo de Cristo, y se proyecta hacia la esperanza de la segunda venida. La exhortación culmina en una doxología majestuosa que exalta la soberanía y la trascendencia de Dios.
Aplicación a nuestra actualidad
Las palabras de Pablo a Timoteo son un programa de vida para todo creyente que se tome en serio su vocación como "hombre o mujer de Dios":
Huir y Practicar: "Tú, en cambio... huye de todo esto. Practica...". La vida cristiana implica un doble movimiento. No basta con una actitud pasiva. Se requiere una acción decidida de "huir" de lo que es perjudicial (la avaricia, el orgullo, las falsas doctrinas) y, al mismo tiempo, un esfuerzo activo y constante por "practicar" las virtudes fundamentales: justicia, piedad, fe, amor, constancia, mansedumbre.
La Vida como un "Buen Combate": "Pelea el buen combate de la fe...". La fe no es un sentimiento cómodo, sino una lucha, un "combate" espiritual. Implica esfuerzo, disciplina y perseverancia contra las tentaciones, el desánimo y las fuerzas que se oponen al Evangelio. Pero es un "buen" combate, porque luchamos por una causa noble y con la fuerza de Dios.
Conquistar la Vida Eterna: "...conquista la Vida eterna a la que has sido llamado...". La vida eterna no es solo una recompensa futura, sino una realidad que debemos "conquistar" o "aferrar" en el presente a través de nuestra fidelidad en el combate de la fe.
Vivir con Integridad ante Testigos: Pablo le recuerda a Timoteo su "hermosa profesión de fe delante de muchos testigos" (probablemente su bautismo u ordenación). Nuestra fe, aunque personal, siempre tiene una dimensión pública. Estamos llamados a vivir coherentemente con la fe que hemos profesado, sabiendo que lo hacemos "en la presencia de Dios" y de "Cristo Jesús". El testimonio de Cristo ante Pilato es el modelo supremo de fidelidad en la prueba.
Perseverar hasta la Manifestación: "...conserves el Mandamiento... hasta la Manifestación de nuestro Señor Jesucristo". Toda nuestra vida cristiana se vive en la tensión de la espera. La esperanza en la segunda venida de Cristo (su "Manifestación" gloriosa) es el horizonte que da sentido a nuestra perseverancia y a nuestra lucha por mantenernos fieles.
Adorar al Dios Soberano: La doxología final (vv. 15-16) nos recuerda por qué luchamos y a quién servimos. Nuestro Dios es el "único Soberano, el Rey de los reyes y Señor de los señores", el Dios trascendente que "habita en una luz inaccesible". Esta visión de la majestad de Dios debe llenarnos de asombro, de reverencia y de confianza, sabiendo que es a este Dios todopoderoso a quien pertenece la victoria final.
Este pasaje es una poderosa llamada a la acción y a la perseverancia. Nos invita a ver nuestra vida como una noble lucha por la fe, a cultivar activamente las virtudes cristianas, y a mantenernos firmes con la mirada puesta en el regreso de Cristo, adorando al Dios soberano que tiene el control de todas las cosas.
Preguntas para la reflexión
¿De qué "cosas" (malos hábitos, apegos, mentalidades mundanas) necesito yo hoy "huir" con más decisión en mi vida?
¿Cuál de las virtudes que Pablo enumera (justicia, piedad, fe, amor, constancia, mansedumbre) necesito "practicar" con más esfuerzo?
¿Soy consciente de que mi vida de fe es un "buen combate"? ¿Estoy luchando con perseverancia o me he vuelto pasivo/a o complaciente?
¿Cómo me ayuda a ser más fiel en mi vida diaria el recuerdo de mi "hermosa profesión de fe" (mi bautismo, mi confirmación) y el ejemplo del "admirable testimonio" de Cristo ante Pilato?
¿De qué manera la esperanza en la "Manifestación" de Jesucristo y la contemplación de la soberanía de Dios me dan fuerza para perseverar en mi "buen combate"?
Oración
Señor, que me llamas a ser tu hombre/mujer de Dios. Dame la fuerza para huir de todo mal y para practicar la justicia, la piedad, la fe, el amor, la constancia y la mansedumbre. Ayúdame a pelear el buen combate de la fe y a aferrarme a la Vida eterna a la que me has llamado. Que, viviendo en tu presencia y en la de Cristo Jesús, conserve yo el Mandamiento sin mancha, mientras espero la gloriosa Manifestación de nuestro Señor. A Ti, Rey de los reyes y Señor de los señores, el honor y el poder eterno. Amén.