Salmo 40(39), 7-10, 17
"Aquí Estoy, Señor, para Hacer tu Voluntad"
“7 Tú no quisiste víctima ni oblación; abriste mis oídos; no pediste holocaustos ni sacrificios expiatorios. 8 Entonces dije: «Aquí estoy. En el rollo de un libro está escrito lo que debo hacer: 9 yo amo, Dios mío, tu voluntad, y tu ley está en mi corazón». 10 Proclamé gozosamente tu justicia en la gran asamblea; no, no mantuve mis labios cerrados, tú lo sabes, Señor... 17 ¡Que se alegren y se regocijen en ti todos los que te buscan! ¡Que repitan sin cesar: «¡Qué grande es el Señor!», los que aman tu salvación!”
Contexto
El Salmo 40 es una oración que comienza como una acción de gracias por una liberación pasada y se convierte en una súplica en una nueva dificultad. Los versículos 7-10 forman parte de la sección de acción de gracias. El salmista, reflexionando sobre cómo agradecer a Dios por haberlo salvado, llega a una comprensión espiritual profunda: lo que Dios realmente desea no son los sacrificios de animales del Templo, sino una vida de obediencia a su voluntad. El versículo 17, ya en la parte de súplica, expresa el deseo de que su propia experiencia de buscar a Dios se convierta en una fuente de alegría para toda la comunidad.
Tema Central
El tema central de estos versículos es la primacía de la obediencia interior y la entrega de la voluntad sobre los sacrificios rituales externos. El verdadero sacrificio que agrada a Dios es un "oído abierto", un corazón que "ama su voluntad" y una vida que "proclama gozosamente su justicia". Esta experiencia personal de buscar a Dios y hacer su voluntad debe desbordarse en una alegría compartida por toda la comunidad de creyentes.
Aplicación a nuestra actualidad (especialmente desde la perspectiva cristiana)
Este salmo, que la Carta a los Hebreos (10,5-9) pone proféticamente en boca de Cristo, es una guía fundamental para entender la verdadera naturaleza del culto y del discipulado:
La Crítica a la Religiosidad Externa: "Tú no quisiste víctima ni oblación...". Esto no es un rechazo absoluto de los ritos, sino una crítica a una religiosidad que se queda en lo externo y no transforma la vida. Dios no puede ser "comprado" o "apaciguado" con ofrendas si no hay un corazón dispuesto.
El Verdadero Sacrificio: La Escucha y la Obediencia: "Abriste mis oídos... yo amo, Dios mío, tu voluntad". El sacrificio que Dios desea es un oído atento a su Palabra y un corazón que se deleita en cumplir su voluntad. La obediencia que nace del amor es la ofrenda más perfecta. Jesucristo es el modelo supremo de esta obediencia.
"Aquí Estoy": La Respuesta del Discípulo: La exclamación "Aquí estoy" (en hebreo, Hineni) es la respuesta de los grandes llamados por Dios en la Biblia (Abraham, Samuel, Isaías). Es una expresión de total disponibilidad, de entrega incondicional a la misión que Dios encomienda. Es la oración que cada uno de nosotros está llamado a hacer cada día.
La Ley Interiorizada: "...y tu ley está en mi corazón". La voluntad de Dios no es una imposición externa y pesada, sino que, por la gracia, se inscribe en nuestro interior, se convierte en un deseo de nuestro propio corazón. Es la promesa de la Nueva Alianza.
Del Interior a la Proclamación: "Proclamé gozosamente tu justicia en la gran asamblea...". Una vida de obediencia amorosa no puede permanecer oculta. Se convierte naturalmente en un testimonio gozoso, en una proclamación de la justicia y la bondad de Dios ante la comunidad.
La Alegría de los que Buscan a Dios: "¡Que se alegren y se regocijen en ti todos los que te buscan!". El salmista desea que su propia experiencia de buscar a Dios y encontrar su salvación sea contagiosa. La alegría cristiana es comunitaria. Encontrar a Dios nos lleva a desear que otros también lo encuentren y compartan nuestra alegría.
Este salmo nos invita a purificar nuestra relación con Dios, pasando de una lógica de "ritos que cumplir" a una de "voluntad que amar y obedecer". Nos llama a ofrecer a Dios el sacrificio de nuestra propia voluntad, diciéndole "Aquí estoy", y a hacer de nuestra vida una proclamación gozosa de su grandeza, compartiendo con otros la alegría de buscarlo.
Preguntas para la reflexión
¿Mi vida de fe se basa más en cumplir con prácticas externas, o en un deseo sincero de "amar la voluntad de Dios" y ponerla en práctica?
¿Qué significa para mí hoy decir a Dios "Aquí estoy"? ¿A qué me está llamando a estar disponible?
¿Siento que la "ley de Dios" es algo que está "en mi corazón", algo que amo, o la veo como un conjunto de reglas externas?
¿Mi experiencia de la bondad de Dios me impulsa a "proclamar gozosamente su justicia" ante los demás?
¿Mi búsqueda de Dios me lleva a una alegría individualista, o deseo, como el salmista, que "se alegren y se regocijen en ti todos los que te buscan"?
Oración
Señor, Dios mío, Tú no quieres sacrificios ni holocaustos, sino un corazón que ame tu voluntad. Por eso te digo: "Aquí estoy, Señor, para hacer lo que te agrada". Abre mis oídos para escuchar tu voz y pon tu ley en lo más profundo de mi corazón. Que mi vida sea una proclamación gozosa de tu justicia, y que, junto con todos los que te buscan, pueda yo alegrarme y regocijarme en Ti, repitiendo sin cesar: "¡Qué grande es el Señor!". Amén.