Romanos 6, 12-18
"Del Reinado del Pecado a la Esclavitud de la Justicia"
“12 Que el pecado no reine más en su cuerpo mortal, obedeciendo a sus malos deseos. 13 No pongan sus miembros al servicio del pecado, como instrumentos de injusticia. Por el contrario, ofrézcanse a ustedes mismos a Dios, como quienes han vuelto de la muerte a la vida, y pongan sus miembros al servicio de Dios, como instrumentos de justicia. 14 Porque el pecado no volverá a dominarlos, ya que ustedes no están sometidos a la Ley, sino a la gracia. 15 ¿Entonces qué? ¿Vamos a pecar porque no estamos sometidos a la Ley, sino a la gracia? ¡De ninguna manera! 16 ¿No saben que cuando ustedes se someten a alguien para obedecerlo como esclavos, se hacen esclavos de aquel a quien obedecen? Y esto vale tanto para el pecado, que conduce a la muerte, como para la obediencia, que conduce a la justicia. 17 Pero, gracias a Dios, ustedes, después de haber sido esclavos del pecado, han obedecido de corazón a la regla de doctrina, a la que fueron confiados, 18 y ahora, liberados del pecado, han pasado a ser servidores de la justicia.”
Contexto
Este pasaje de la Carta a los Romanos se encuentra en el capítulo 6, donde San Pablo está respondiendo a una posible objeción a su enseñanza sobre la gracia. Habiendo afirmado que "donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia" (Rom 5,20), Pablo se anticipa a la pregunta: si la gracia es tan abundante, ¿deberíamos seguir pecando para que haya más gracia? (Rom 6,1). La respuesta de Pablo es un rotundo "¡De ninguna manera!". Para explicarlo, utiliza la teología del bautismo: por el bautismo, hemos muerto al pecado y resucitado a una vida nueva en Cristo. El pasaje seleccionado (vv. 12-18) extrae las consecuencias prácticas de esta nueva realidad.
Tema Central
El tema central es la exhortación a vivir en coherencia con la nueva vida recibida en el bautismo. Habiendo sido liberados del dominio ("reinado") del pecado, los creyentes deben tomar una decisión activa: ya no poner sus cuerpos ("miembros") al servicio del pecado, sino ofrecerse completamente a Dios para ser "instrumentos de justicia". Pablo utiliza la poderosa imagen de la esclavitud para ilustrar esta elección: ya no somos esclavos del pecado, que lleva a la muerte, sino que hemos elegido voluntariamente convertirnos en "servidores (o esclavos) de la justicia", que lleva a la vida.
Aplicación a nuestra actualidad
Las palabras de Pablo son una guía fundamental para la lucha moral y espiritual del cristiano:
Una Decisión Activa contra el Pecado: "Que el pecado no reine más... No pongan sus miembros al servicio del pecado...". La liberación del pecado que Cristo nos ha ganado no es un proceso mágico o automático. Requiere nuestra cooperación activa, una decisión diaria de no permitir que el pecado vuelva a tomar el control de nuestras vidas, de no obedecer a sus "malos deseos".
Ofrecerse a Dios como "Vivos de entre los Muertos": "Ofrézcanse a ustedes mismos a Dios, como quienes han vuelto de la muerte a la vida...". Nuestra motivación para vivir una vida santa no es el miedo, sino la gratitud. Somos como "resucitados", y nuestra vida ya no nos pertenece de la misma manera. Debemos ofrecérsela a Dios como una ofrenda de acción de gracias.
Ser "Instrumentos de Justicia": Nuestros cuerpos, con todas sus capacidades (manos, boca, mente, corazón), pueden ser "instrumentos de injusticia" o "instrumentos de justicia". Es una elección que hacemos constantemente. ¿Uso mis manos para construir o para destruir? ¿Uso mi boca para bendecir o para calumniar? ¿Uso mi mente para servir a la verdad o al engaño?
La Libertad de la Gracia, no el Libertinaje: "¿Vamos a pecar porque no estamos sometidos a la Ley, sino a la gracia? ¡De ninguna manera!". Pablo corrige un malentendido fatal. La libertad de la "Ley" (como sistema de méritos) no es una licencia para pecar. Al contrario, la "gracia" nos da la fuerza interior para vencer al pecado, algo que la Ley por sí sola no podía hacer.
Elegir a Quién Servir: "Se hacen esclavos de aquel a quien obedecen...". Somos inevitablemente "esclavos" de algo o de alguien. O servimos al pecado, cuyos "salarios" son la muerte y la destrucción, o servimos a Dios, cuyo camino de "obediencia" conduce a la "justicia" y a la vida. No hay una tercera opción de neutralidad.
Este pasaje es una poderosa llamada a la coherencia bautismal. Nos recuerda que hemos sido liberados de una tiranía para entrar en un servicio liberador. Nos desafía a tomar decisiones concretas cada día para que todo nuestro ser, cuerpo y alma, sea un instrumento al servicio de la justicia de Dios, viviendo en la libertad y la fuerza que nos da su gracia.
Preguntas para la reflexión
¿En qué áreas de mi vida siento que "el pecado todavía reina" o intenta reinar, a pesar de mi bautismo?
¿Qué significa para mí hoy, de manera concreta, "ofrecer mis miembros" (mis manos, mi tiempo, mis talentos, mi cuerpo) "como instrumentos de justicia" al servicio de Dios?
¿He caído alguna vez en la tentación de pensar que, como "estoy en la gracia", puedo ser más permisivo/a con el pecado?
¿A qué "señor" estoy obedeciendo realmente en mis decisiones diarias: al pecado, que conduce a la muerte, o a Dios, que conduce a la justicia?
¿Cómo vivo mi libertad del pecado? ¿Como un simple "no hacer el mal" o como una oportunidad gozosa de haberme convertido en "servidor de la justicia"?
Oración
Gracias, Dios nuestro, porque por el bautismo nos has liberado del dominio del pecado y nos has hecho volver de la muerte a la vida. No permitas que el pecado vuelva a reinar en nuestro cuerpo mortal, ni que pongamos nuestros miembros al servicio de la injusticia. Al contrario, nos ofrecemos a Ti como instrumentos de tu justicia. Que, liberados del pecado, podamos servirte con un corazón obediente y alegre, encontrando en la esclavitud de tu amor nuestra verdadera libertad. Por Cristo nuestro Señor. Amén.