Romanos 8, 31b-39
"El amor de Dios es más fuerte que todo"
"³¹Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? ³²El que no escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará con él generosamente todas las cosas? ³³¿Quién acusará a los elegidos de Dios? Dios es el que justifica. ³⁴¿Quién condenará? ¿Será acaso Cristo Jesús, el que murió, más aún, el que resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros? ³⁵¿Quién podrá entonces separarnos del amor de Cristo? ¿Las tribulaciones, las angustias, la persecución, el hambre, la desnudez, los peligros, la espada?, ³⁶como dice la Escritura: Por tu causa somos entregados continuamente a la muerte; se nos considera como a ovejas destinadas al matadero. ³⁷Pero en todo esto obtenemos una amplia victoria, gracias a aquel que nos amó. ³⁸Porque tengo la certeza de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni los poderes espirituales, ³⁹ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra criatura podrá separarnos jamás del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor."
Contexto
Este pasaje es la culminación de una sección muy importante en la carta del apóstol Pablo a los Romanos. En los capítulos anteriores, Pablo ha explicado la obra de salvación de Dios a través de Jesucristo. Ha descrito cómo todos estamos bajo el poder del pecado, pero por la fe en Jesús somos justificados, es decir, hechos justos ante Dios. El capítulo 8, en particular, es un canto de esperanza sobre la vida nueva que nos da el Espíritu Santo, liberándonos de la condenación y haciéndonos hijos de Dios.[1][2][3] Este texto, escrito alrededor del año 57 d.C., es como un gran final musical, un himno de confianza total en el poder y el amor de Dios que nos sostiene en medio de cualquier circunstancia.
Tema Central
El tema central de este pasaje es la seguridad inquebrantable del creyente en el amor de Dios.[4] Pablo argumenta de forma apasionada y poética que, si Dios ha llegado al extremo de entregar a su propio Hijo por nosotros, nada ni nadie puede oponerse a nosotros, acusarnos o separarnos de su amor.[5][6] Es una declaración radical de confianza que se fundamenta no en nuestras propias fuerzas o méritos, sino en la fidelidad y el poder del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús.
Aplicación a nuestra actualidad
En un mundo lleno de incertidumbre, miedos y ansiedades, estas palabras de Pablo resuenan con una fuerza especial. A menudo, nos sentimos abrumados por las dificultades: problemas económicos, enfermedades, conflictos en nuestras relaciones, o la simple angustia existencial. Podemos sentirnos acusados por nuestros errores pasados o condenados por nuestras debilidades presentes. Este texto nos invita a cambiar el foco.
La invitación es a "sentir y gustar" internamente una verdad profunda: el amor de Dios es la realidad más sólida de nuestra existencia. No se trata de un sentimiento pasajero, sino de una convicción que puede sostenernos. Pablo nos anima a no mirar tanto nuestras propias fallas o la magnitud de los problemas, sino a contemplar el inmenso amor que Dios ya nos ha demostrado al entregar a su Hijo. Si Él hizo lo más grande, ¿cómo no nos ayudará en lo más pequeño? Este pasaje nos llama a una confianza audaz, a vivir sin miedo a la condenación y a enfrentar las pruebas con la certeza de que somos "más que vencedores"[7] no por nuestras capacidades, sino por el poder de Aquel que nos amó primero.
Preguntas para la reflexión
Al repasar mi vida, ¿en qué momentos o situaciones he dudado del amor o del apoyo de Dios?
¿Qué "tribulaciones, angustias o peligros" me hacen sentir vulnerable hoy y cómo puedo mirarlos a la luz de esta promesa de que nada puede separarme del amor de Cristo?
¿Qué voces internas o externas me acusan o me hacen sentir que no soy digno del amor de Dios? ¿Cómo puedo confrontarlas con la verdad de que "Dios es el que justifica"?
Si realmente creyera, hasta el fondo de mi ser, que nada ni nadie puede separarme del amor de Dios, ¿qué cambiaría en mi forma de vivir, en mis decisiones y en mis miedos?
Oración
Señor Jesús, gracias por este recordatorio tan poderoso de tu amor incondicional. A menudo me siento débil y me dejo llevar por el miedo y la duda. Ayúdame a asimilar en lo profundo de mi corazón esta certeza: que ni mis errores pasados, ni mis preocupaciones futuras, ni las dificultades del presente pueden separarme de Ti. Que tu Espíritu Santo me dé la gracia de vivir cada día con la confianza y la libertad de quien se sabe amado y sostenido por un amor más fuerte que la muerte. Amén.