Lucas 14, 1-6
"La persona está por encima de la ley"
"¹Un sábado, Jesús entró a comer en casa de uno de los principales fariseos. Ellos lo observaban atentamente. ²Delante de él había un hombre enfermo de hidropesía. ³Jesús preguntó a los doctores de la Ley y a los fariseos: «¿Está permitido curar en sábado o no?». ⁴Pero ellos guardaron silencio. Entonces Jesús tomó de la mano al enfermo, lo curó y lo despidió. ⁵Y volviéndose hacia ellos, les dijo: «Si a alguno de ustedes se le cae en un pozo su hijo o su buey, ¿acaso no lo saca en seguida, aunque sea sábado?». ⁶A esto no pudieron responder nada."
Contexto
Este episodio ocurre durante el viaje de Jesús a Jerusalén. Lucas a menudo nos presenta a Jesús compartiendo la mesa con diferentes personas, y en varias ocasiones, con fariseos.[1][2] Estas comidas no son solo encuentros sociales, sino escenarios de enseñanza y controversia. En este caso, la tensión es palpable desde el principio: "Ellos lo observaban atentamente". El conflicto central gira en torno a la ley del descanso del sábado, uno de los pilares del judaísmo. Para los fariseos y doctores de la Ley, cualquier tipo de "trabajo" estaba prohibido en sábado, y consideraban que "curar" era una forma de trabajo. Jesús se enfrenta a este dilema no con una discusión teórica, sino con una persona enferma delante de Él.[1]
Tema Central
El tema central es la primacía de la compasión y la misericordia sobre una interpretación rígida e inhumana de la ley religiosa.[3] Jesús no pregunta si puede curar, sino si "está permitido", llevando la cuestión al corazón de la ley: ¿para qué sirve la ley? ¿Para proteger la vida o para restringirla? Ante el silencio calculador de sus anfitriones, Jesús actúa: primero cura, luego enseña. Su argumento es de una lógica aplastante: si por un bien material (un buey) o un afecto familiar (un hijo) no dudarían en romper la ley del sábado, ¿cómo pueden dudar ante el sufrimiento de un ser humano que está justo frente a ellos?[4] Jesús establece así un principio fundamental de su Reino: la necesidad humana siempre tiene prioridad sobre la norma.
Aplicación a nuestra actualidad
A menudo, sin darnos cuenta, construimos nuestras propias "leyes del sábado". Pueden ser nuestras rutinas, nuestros prejuicios, nuestras tradiciones, el "siempre se ha hecho así", o simplemente nuestro miedo a complicarnos la vida o a lo que otros puedan pensar. Este pasaje nos interpela directamente: ¿qué hacemos cuando la necesidad de una persona choca con nuestras "normas"? El Evangelio nos llama a tener los ojos abiertos para ver al "enfermo de hidropesía" que está delante de nosotros: puede ser un familiar con quien estamos distanciados, un compañero de trabajo que sufre en silencio, un migrante que necesita ayuda.
La invitación de Jesús es a romper el "silencio calculador" y actuar. Es a dejar que la compasión sea la que tome la decisión. La pregunta que resuena hoy no es sobre el sábado, sino sobre qué es lo que realmente rige nuestra vida: ¿un conjunto de reglas frías o un amor que se conmueve y se pone en acción? Se nos invita a arriesgarnos a "curar", es decir, a aliviar, acompañar, escuchar y ayudar, aunque eso altere nuestro orden, nos "ensucie" las manos o nos exponga a la crítica.
Preguntas para la reflexión
¿Cuáles son las "leyes" o "normas no escritas" (en mi vida personal, familiar, laboral o incluso en mi comunidad de fe) que a veces me impiden actuar con misericordia?
¿Puedo identificar alguna situación reciente en la que, como los fariseos, me quedé "en silencio" y observando, en lugar de actuar ante la necesidad de alguien?
¿Quién es la persona que hoy tengo "delante de mí" y cuyo sufrimiento me interpela? ¿Qué gesto concreto de "curación" o alivio puedo ofrecerle?
Cuando me enfrento a una decisión, ¿qué pesa más en mí: el cumplimiento de una norma o la respuesta compasiva a una persona concreta?
Oración
Señor Jesús, que nunca fuiste indiferente al sufrimiento, abre mis ojos para ver a las personas que pones delante de mí cada día. Líbrame de la parálisis del miedo y de la comodidad de mis propias reglas. Dame un corazón que sepa valorar más la compasión que la norma, y el coraje para actuar siempre en favor de la vida y la dignidad de mis hermanos, aunque eso me complique la existencia. Que mi vida, como la tuya, sea un testimonio de que el amor es la ley más importante. Amén.