Sabiduría 3, 1-9
"La esperanza de los justos en manos de Dios"
"¹Las almas de los justos están en las manos de Dios, y no los afectará ningún tormento. ²A los ojos de los insensatos parecían muertos; su partida de este mundo fue considerada una desgracia ³y su alejamiento de nosotros, una completa destrucción; pero ellos están en paz. ⁴A los ojos de los hombres, ellos fueron castigados, pero su esperanza estaba colmada de inmortalidad. ⁵Por una leve corrección, recibirán grandes beneficios, porque Dios los puso a prueba y los encontró dignos de él. ⁶Los probó como oro en el crisol y los aceptó como un holocausto. ⁷Por eso brillarán cuando Dios los visite, y se extenderán como chispas por los rastrojos. ⁸Juzgarán a las naciones y dominarán a los pueblos, y el Señor será su rey para siempre. ⁹Los que confían en él comprenderán la verdad y los que le son fieles permanecerán junto a él en el amor. Porque la gracia y la misericordia son para sus elegidos."
Contexto
El libro de la Sabiduría es uno de los últimos escritos del Antiguo Testamento, compuesto en griego probablemente en el siglo I antes de Cristo.[1] Su autor es un judío culto, posiblemente de Alejandría (Egipto), que escribe para fortalecer la fe de sus compatriotas inmersos en la cultura griega, que a menudo despreciaba la fe judía.[2] Un gran problema que enfrentaban era la pregunta por el sufrimiento del justo: ¿Por qué la gente buena sufre y a menudo muere prematuramente, mientras que los malvados parecen prosperar? Este pasaje ofrece una respuesta revolucionaria para su tiempo, llena de esperanza en la vida después de la muerte.
Tema Central
El tema central es el destino final de los justos en contraste con las apariencias del mundo.[3] Para los que miran desde fuera ("los insensatos"), la muerte de una persona buena es una tragedia, una desgracia, el final de todo.[4] Pero el autor sagrado cambia radicalmente la perspectiva: la muerte no es un fin, sino una transición. Las almas de los justos no desaparecen, sino que caen "en las manos de Dios", donde encuentran paz.[3][4] El sufrimiento en vida no fue un castigo, sino una "prueba", como el fuego purifica el oro en el crisol, que demostró su fidelidad y los hizo dignos de Dios.[4] Su verdadera vida, colmada de una "esperanza de inmortalidad", comienza después de la muerte, y su destino es brillar, reinar con el Señor y permanecer para siempre en su amor.[3][4]
Aplicación a nuestra actualidad
Este pasaje es un inmenso consuelo frente al misterio del dolor y de la muerte. Vivimos en una cultura que a menudo ve la muerte como el fracaso final y el sufrimiento como algo a evitar a toda costa. Cuando una persona buena sufre una enfermedad o muere, nos rebelamos y nos preguntamos dónde está Dios.
Este texto nos invita a mirar con los ojos de la fe. Nos asegura que el sufrimiento no tiene la última palabra. Para Dios, una vida no se mide por su duración o por su ausencia de dolor, sino por su fidelidad. La invitación es a confiar en que, aunque no lo entendamos, nuestros seres queridos que han vivido en la fe están ahora seguros "en las manos de Dios", en una paz que el mundo no puede dar.[3][4] Y para nosotros, que seguimos en el camino, nos anima a ver nuestras propias dificultades no como castigos sin sentido, sino como un "crisol" que puede purificar nuestra fe y nuestro amor, preparándonos para el encuentro definitivo con Él. Es una llamada a vivir con una esperanza que trasciende la vida terrenal.
Preguntas para la reflexión
Al recordar a seres queridos que han fallecido, ¿cómo me consuela la imagen de que sus almas "están en las manos de Dios" y que "están en paz"?
¿Qué pruebas o "leves correcciones" estoy viviendo en este momento? ¿Cómo puedo cambiar mi mirada para verlas no como un abandono de Dios, sino como una oportunidad para ser "probado como oro en el crisol"?
Nuestra sociedad valora la vida larga y sin problemas. ¿De qué manera esta visión choca con la idea bíblica de que la vida es una prueba que nos hace "dignos de Dios"?
¿Qué significa para mí, en mi día a día, vivir con una "esperanza colmada de inmortalidad"? ¿Cómo cambiaría mis preocupaciones y prioridades?
Oración
Señor, Dios de la vida, te doy gracias por esta palabra de consuelo y esperanza. Cuando la muerte y el sufrimiento me parezcan una desgracia sin sentido, ayúdame a recordar que las almas de los justos están en tus manos. Te confío a todos mis seres queridos que han partido, para que descansen en tu paz. Y te pido la gracia para mí, para que en medio de las pruebas de mi vida, mi fe se purifique y mi esperanza en la inmortalidad se haga más fuerte, para que un día pueda permanecer junto a ti en el amor. Amén.