Romanos 14, 7-12
"Vivimos y morimos para el Señor"
"7. Porque ninguno de nosotros vive para sí mismo, ni muere para sí mismo. 8. Si vivimos, vivimos para el Señor, y si morimos, morimos para el Señor: tanto en la vida como en la muerte, pertenecemos al Señor. 9. Porque Cristo murió y volvió a la vida para ser Señor de los vivos y de los muertos. 10. Y tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? Y tú, ¿por qué lo desprecias? Todos tendremos que comparecer ante el tribunal de Dios, 11. porque está escrito: Juro por mí mismo, dice el Señor, que toda rodilla se doblará ante mí y toda lengua dará gloria a Dios. 12. Por lo tanto, cada uno de nosotros tendrá que dar cuenta de sí mismo a Dios."
Contexto
El apóstol Pablo está escribiendo a una comunidad cristiana en Roma compuesta por personas de diferentes orígenes, principalmente judíos y gentiles. Dentro de la comunidad han surgido tensiones entre dos grupos, a los que Pablo llama los "débiles" y los "fuertes" en la fe. La disputa se centraba en asuntos secundarios como qué alimentos se podían comer o qué días se debían considerar sagrados. En este capítulo, Pablo no se pone del lado de nadie, sino que eleva la mirada de todos hacia un principio mucho más profundo, que es el que leemos en estos versículos.
Tema Central
El tema central es el señorío absoluto de Jesucristo sobre toda la existencia del creyente. Nuestra vida no nos pertenece en propiedad; es un don recibido que tiene como centro y destino al Señor. Tanto nuestras acciones en vida como el acto final de la muerte están bajo su dominio. De esta verdad fundamental se desprende una consecuencia práctica e ineludible: si todos pertenecemos al mismo Señor y todos seremos juzgados por Él, no tenemos ningún derecho a erigirnos en jueces de nuestros hermanos. El juicio y el desprecio hacia el otro son una usurpación del lugar que solo le corresponde a Dios.
Aplicación a nuestra actualidad
Este texto es un remedio poderoso contra dos de los grandes males de nuestro tiempo: el individualismo y la polarización. El individualismo nos hace creer que "mi vida es mía y hago con ella lo que quiero". Pablo nos recuerda que nuestra vida está radicalmente conectada a un propósito mayor: vivir para el Señor. Esto da un nuevo sentido a nuestras decisiones, trabajos y relaciones. No se trata solo de mi realización personal, sino de cómo mi vida glorifica a Dios y sirve a su plan.
Por otro lado, vivimos en una sociedad que nos empuja a juzgar y a etiquetar constantemente a los demás por sus opiniones políticas, su estilo de vida o sus ideas. Este pasaje nos desarma. Nos invita a mirar a la persona con la que no estamos de acuerdo y a recordar: "Esa persona, al igual que yo, pertenece al Señor. Dará cuenta a Dios, no a mí". Este pensamiento debería generar en nosotros una profunda humildad y un inmenso respeto por la conciencia del otro. Nos llama a dejar de gastar energías en criticar y a concentrarnos en cómo vamos a rendir cuentas de nuestra propia vida ante el único Juez verdadero.
Preguntas para la reflexión
¿En qué áreas de tu vida actúas como si te pertenecieras solo a ti mismo, olvidando que "vives para el Señor"?
Piensa en una persona o grupo al que tiendes a juzgar o despreciar. ¿Cómo cambiaría tu actitud si interiorizaras de verdad que esa persona le pertenece a Cristo tanto como tú?
¿De qué manera la certeza de que un día darás cuenta de tu vida a Dios te ayuda a ordenar tus prioridades hoy?
¿Qué significa concretamente para ti "vivir para el Señor" en tu familia, en tu trabajo o en tu círculo de amigos esta semana?
Oración
Señor Jesús, dueño de la vida y de la muerte, te reconozco como el único Señor de mi existencia. Te entrego mi vida, para que no sea para mí, sino para Ti. Te entrego también mi muerte, para que sea un encuentro contigo. Perdona las veces que he ocupado tu lugar, juzgando a mis hermanos y hermanas. Dame la gracia de verlos como tú los ves: como seres preciosos por los que moriste y que te pertenecen. Ayúdame a vivir cada día con la conciencia de que al final te rendiré cuentas, no de los demás, sino de mí mismo y del amor que me has llamado a dar. Amén.