1 Crón 29, 10b-12
"Todo Procede de Ti: La Alabanza de David"
(10b) ¡Bendito seas, Señor, Dios de nuestro padre Israel, desde siempre y para siempre! (11) Tuya, Señor, es la grandeza, la fuerza, la gloria, el esplendor y la majestad; porque a ti pertenece todo lo que hay en el cielo y en la tierra. Tuyo, Señor, es el reino; tú te elevas por encima de todo. (12) De ti proceden la riqueza y la gloria. Tú lo gobiernas todo, en tu mano están el poder y la fuerz1a, y es tu mano la que engrandece y afianza todas las cosas.
Contexto
Este texto se encuentra al final del Primer Libro de las Crónicas. El rey David, ya anciano, ha reunido al pueblo y a sus líderes. Aunque a él no se le permitió construir el Templo (la Casa de Dios), ha dedicado sus últimos años a preparar los materiales, el oro, la plata y los planes para que su hijo Salomón lo haga. La asamblea acaba de hacer una ofrenda inmensa y voluntaria de todos estos tesoros. El pasaje es parte de la oración de bendición y acción de gracias de David, que no solo celebra la generosidad del pueblo, sino que, sobre todo, sitúa el acto en su verdadera dimensión: todo lo que se ha ofrecido, y la capacidad misma para ofrecerlo, procede de Dios. Es el reconocimiento humilde del rey ante el Soberano de todo.
Tema Central
La Soberanía absoluta de Dios y el reconocimiento de que todo lo que tenemos (poder, riqueza, gloria) y todo lo que somos es un regalo que proviene únicamente de Él. La oración de David es el modelo de la actitud de la mayordomía desprendida ante las bendiciones recibidas.
Aplicación a nuestra actualidad
En un mundo obsesionado con la autonomía, el éxito personal y la acumulación de poder o riqueza, la oración de David es un ancla radical. Nos recuerda que no somos dueños absolutos de nada, sino administradores de los dones que Dios nos ha confiado.
Este pasaje nos invita a una revisión profunda de nuestra relación con el éxito y las posesiones. Si David, el rey más poderoso de Israel, ante la ofrenda más grande jamás reunida, declara: "Tuya es la grandeza... de ti proceden la riqueza y la gloria", ¿con cuánta más razón debemos nosotros reconocer esta verdad?
La fuerza espiritual reside en desvincular nuestro valor y nuestra seguridad de lo que poseemos o de lo que logramos (riqueza, fuerza, poder), y volver a anclarlos en la fuente de todo bien: Dios. Cuando actuamos desde esta conciencia, el dinero, el talento o el poder se convierten en herramientas para engrandecer y afianzar a otros (como se menciona en el v. 12), no para construir nuestro propio pedestal. Es una invitación a la libertad interior que viene de saber que somos parte de algo mucho más grande.
Preguntas para la reflexión
Cuando experimento un gran éxito o recibo una bendición (laboral, económica o personal), ¿cuál es mi primer pensamiento: el orgullo por mi esfuerzo, o la gratitud por la fuente de mis talentos y oportunidades?
¿De qué manera concreta puedo usar mi "riqueza" o mi "poder" (sea tiempo, influencia, o recursos) para "engrandecer y afianzar" a alguien más en lugar de solo enfocarme en mi propio beneficio?
Si "todo es de Dios", ¿qué posesión o ambición estoy reteniendo con un apego excesivo que necesito liberar para vivir más plenamente como un simple administrador?
Oración
Señor, fuente de toda grandeza y de todo poder, reconozco que todo lo que soy y todo lo que tengo proviene de tu mano. Líbrame del orgullo de creerme dueño de mis dones. Ayúdame a vivir cada día con la conciencia desprendida de que soy solo un administrador, y a utilizar la fuerza y la gloria que me concedes para honrar tu Nombre y servir a los demás. Amén.